Aprender con la Historia

Una deuda pendiente con el sacrificio de la familia Ogando.

Una deuda pendiente eon el sacrificio de la familia Ogando.

Por José C. Novas.

El general Andrés Ogando murió en el 7 de octubre de 1873, en un combate contra fuerzas leales al presidente Buenaventura Báez, político dominicano que como Pedro Santana se empeñaba entregar el territorio nacional a intereses imperialistas a cambio de poder o beneficios económicos. El audaz guerrero pertenecía a una familia sureña de doce hermanos, de los cuales nueve habían muerto en acciones de guerra durante la Independencia, la Restauración y la guerra de Los Seis Años. La audacia de esta familia fue reafirmada por el prócer José María Cabral y está documentada en las memorias del general restaurador Gregorio Luperón “Notas Autobiográficas y Apuntes Históricos”.

El reconocimiento le sido negado y puesto bajo la sombra insensata de la clase dominante dominicana, que ha colocado el legado de esa familia bajo un sello de olvido; los Ogandos eran verdaderos defensores de la patria. Según el héroe restaurador Gregorio Luperón, “El carácter del general Andrés Ogando era comparable a un templo en la región Sur”, decía que en habilidad militar sólo el general Jose María Cabral lo superaba y como él, sus hermanos Benito, Timoteo, Víctor, Domingo, Fermín, Nemesio y Juana Ogando mostraban valor y gallardía, Juana fue la primera mujer dominicana en ostentar el rango de general.

Personalmente soy de opinión que la historia de esta familia del pasado dominicano debe ser expuesta a las presentes generaciones, para que sepan sobre su dedicación a las luchas por las causas de la patria y el sacrificio que asumieron abonando con su sangre el suelo sureño para evitar que el país se convirtiera en parte de Haití, en provincia de España o en posesión territorial de Estados Unidos en la segunda etapa del siglo XlX. Uno de los más se valientes soldados de aquel linaje lo fue Andrés Ogando, conocido en la región el apodo de “Mano Ogando”.

Cuenta el general Luperón en su obra que cuando se produjo la muerte en combate del general Andrés Ogando, su caída se constituyó una tragedia que enlutó a la región sur, porque era muy querido en las demarcaciones de San Juan de la Maguana, Barahona, Las Matas de Farfán y Neyba; cuando cayó mortalmente herido, perdió el país una de las espadas que con mayor gallardía defendió la soberanía nacional.

El hecho se produjo en el paraje El Cambronal, en la Sierra de Bahoruco, frente al avance de las tropas del presidente Buenaventura Báez, el cadáver de Ogando quedó tirado en un cerro de aquella zona bajo el ardiente sol y a fin de darle sepultura con los honores que merecía, se ordenó el rescate de su cuerpo, tarea que fue encomendada al audaz coronel Ulises Heureaux, alias Lilís, ese día 7 de octubre murió un prócer y nació un héroe bajo una lluvia de disparos se realizó la hazaña de rescatar al soldado muerto, por esa acción Lilís fue proclamado con el rango de general.

Andrés Ogando no tenía historial académico, tampoco acumuló riquezas y era mulato como la mayoría de los dominicanos; quizás por no tener abolengo ni arraigo social es que su memoria cayó al olvido; nuestra capital honra a George Washington, John F. Kennedy, Abraham Lincoln, Winston Churchill, Charles De Gaulle, Hipólito Irigoyen, Charles Sumner, Jose Ortega y Gasset, Tiradentes, Barney Morgan, Mahanma Ghandi; existen las avenidas Francia, España, México, la calle Paraguay; tuvimos el aeropuerto general Andrews y los hospitales William Morgan y George Marión, se reconocen próceres de otros paises, pero no hay una calle, plaza o avenida que honre la memoria del soldado de la patria que fuera Andrés Ogando o algunos de sus hermanos.

Constituye una paradoja que ninguno de los nueve miembros de esa familia que se sacrificaron por defender el pais se le reconozca y recuerde de manera oficial; la actitud de los sectores dominantes que toman decisiones para beneficiar figuras extranjeras, ponen de lado a los nacionales, aunque tengan méritos de sobra; calles, escuelas, autopistas, carreteras, municipios y barrios llevan nombres de figuras extranjeras o de naciones amigas, pero carecemos de espacios que honren la memoria del general Andrés Ogando o de alguno de sus hermanos, verdaderos defensores de la soberanía, que penosamente, sólo viven en el recuerdo de unos pocos.


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