Homenaje a heroínas, mártires y próceres de la patria. Conferencia el 23 de febrero 2019 en la Universidad de Columbia, New York.
Por José C. Novas.
El oficio de reseñar la historia constituye el reto de presentar el pasado despojado de pasiones y rescatando lo que se ha quedado atrás, valorando lo que existe; son varias clasificaciones de los periodos de la historia de América, y tres son las etapas fundamentales: la primera la historia precolombina, 2da.) la colonización a partir de la llegada de los europeos y 3ra) el periodo republicano, cuando surgen los movimientos independentistas a lo largo del continente.
Sobre la época precolombina poco se sabe de los habitantes del continente antes de la colonización, la crónica existente menciona los caciques que enfrentaron a los aventureros europeos a partir de 1492, pero eso es todo. La cultura y como se desenvolvían los aborígenes del nuevo mundo fue objeto de una exposición parcializada y no se sabe si se trató de algo casual o si respondió a un plan intencionado, lo que sí es innegable es que la América precolombina ignorada o expuesta al mínimo.
Existe un desconocimiento sobre cómo se desenvolvían las sociedades a la llegada de los primeros marinos españoles al continente, en la isla de Santo Domingo, aunque la historia recoge nombres de algunos caciques y sus mujeres como fue el caso de Caonabo y Anacaona, Enriquillo y Mencía o el de Hatuey y Guarina en Cuba su mención no fue para destacar sus actos de rebeldía o las características de la sociedad original.
El hecho no se limita a ignorar la sociedad precolombina, hay aspectos sobre la evangelización, la esclavitud de africanos y la propagación del catolicismo que no están del todo claros, los cronistas, historiadores e intelectuales al parecer no valoraron sus acciones de los aborígenes y se limitaban en exponer lo relacionado con las clases dominantes, el papel de la mujer nativa está virtualmente ausente y esa conducta no ha variado mucho hasta nuestros días.
El patrón discriminatorio pasó de una generación a otra, y hoy a pesar de las luchas y logros, persisten trazas de exclusión, particularmente sobre la mujer. Nuestra generación tiene una deuda dilatada con esa historia, que debe ser compensada, por ello estamos aquí, exigiendo se incluyan los aportes de hombres y mujeres de todas las etapas, todas las razas y todas las procedencias en el continente americano.
No se requiere de gran genio para comprender que, al llegar los europeos, la reina de España era Isabel la Católica y que a raíz de su muerte el 26 de noviembre de 1504, el trono y sus posesiones los heredó su hija Juana, que, por ser menor al momento, le fue designado un regente. Poco después, como para descalificarla, la llamaron “Juana la loca”, esa es una historia llena de especulaciones, que no es necesario retraer al propósito de la intervención esta noche, cuyo motivo es resaltar el heroísmo de las mujeres sacrificadas por la patria; pero observen, ¿qué sería de un imperio dirigido por una soberana a la que los súbditos consideren loca?
La historia de la colonización en isla de Santo Domingo se expone con grandes lagunas, el caso del cacique Guacanagarix nos llena de suspicacias porque aparece como un tonto que entregaba el mas preciado mineral por objetos de sin valor. Al revisar lo que fue la historia de los nativos de la isla, encontramos tan poco que no es posible conformar una idea y se puede decir que nada es positivo en relación a su cultura; sobre las mujeres se citan nombres para destacar que eran las esposas de algún cacique o para decir que vestian poca ropa, nunca para destacar que tenía algún talento; a más de cinco siglos transcurridos, se desconocen los aportes de la mujer antes de la llegada de los europeos al continente americano.
En lo extenso del continente se documenta la existencia de los caciques Caonabo, Enriquillo, Tupac Amaru, Atahualpa, Montezuma, Hatuey, Cuauhtémoc, o Agüeibaná como los más aguerridos. Desde el inicio de la colonización hasta el umbral del siglo 19, pasaron más de 300 años y la pregunta obligatoria es: ¿No se produjeron hechos que involucrara a los originarios de estas tierras? Poco se sabe en ese sentido, lo que indica que los cronistas se dedicaban a valorar lo que tenía que ver con actividades de los colonos europeos o los líderes de la iglesia.
A pesar de la riqueza cultural de América, tenemos una historia inclinada a resaltar lo hispánico en lo que es Latinoamérica, en Estados Unidos, Canadá y una porción del caribe donde se habla inglés las tradiciones de Inglaterra, en Brazil todo lo vinculado a Portugal, y en Haití, Louisiana, y un número de islas en el caribe sobre la cultura francesa. Poco se conoce sobre lo aborigen en comparación con la crónica impuesta por los que dominaron estas tierras.
Para ilustrar sobran ejemplos, y me permito escoger un caso revelador en la estadía de María de Toledo en la isla esta mujer era española y esposa de Diego Colón, a su vez el primer Virrey de las posesiones del imperio. Cuando María de Toledo ocupó el cargo de virreina, la crónica su mandato raya en la fantasía, lo que se reporta parece sacado de una fábula. Basta observar lo que era la parte amurallada e imaginar lo reducida que era para la época. Si nos retraemos a esa etapa hay que preguntar ¿Cómo era posible en una extensión tan limitada, mantener una corte como la que exponen en los textos?
Quizás la crónica sobre María de Toledo, no respondía a su accionar como esposa del virrey Diego Colón o la burocracia que impuso en la ciudad colonial; quizás se debió a su vínculo familiar con el Duque de Alba con quien estaba relacionada el Duque de Alba era una figura influyente en las decisiones del Rey Fernando el católico, con quien tenía un parentesco muy cercano.
En la antigua ciudad colonial de Santo Domingo existe el “Paseo de las damas”, bautizado en honor a las caminatas de la corte de María de Toledo, posteriormente en el área fue construida una plaza que también lleva el nombre María de Toledo y es conocido que en el barrio Villa Juana de la ciudad de Santo Domingo una calle con el nombre de María de Toledo.
De 1449 cuando murió esta mujer hasta 1549, o sea 100 años después, se reporta un evento notorio en la historia colonial que destaca la acción de un hombre que no era de origen europeo, se trata de la rebelión del esclavo Sebastián Lemba, africano que suponemos se refugió en las montañas de la cordillera septentrional, o sea lo que es la Sierra de Bahoruco y el valle de Jaragua. Esa hipótesis se basa en que el pueblo de Salinas en la provincia de Barahona, existe un paraje que la tradición del área llama “Los cerros de Lemba”, y en esa misma zona del país está la laguna de Rincón, allí desemboca un río que los lugareños llaman el río de Lemba, esa circunstancia nos lleva a plantear que posiblemente esa región fue donde operó el guerrillero africano en sus actos de rebeldía.
De 1557 cuando fue capturado y decapitado Sebastián Lemba, en la Puerta de la Misericordia fue colocada su cabeza como una forma de escarmiento y desde entonces en la capital le llamaron la Puerta de Lemba; en 1748, o sea 200 años después, ocurrió un caso similar en el lado francés de la isla con otro esclavo africano llamado Francoise Makandal, que se alzó en las montañas a luchar por la liberación de los negros y sus descendientes en la isla; tras una larga persecución Makandal fue capturado y condenado a morir en una hoguera. La historia colonial de la isla silenció por mas de dos siglos el exterminio de los nativos, las injusticias a la población africana y la degradación a los que nacieron como resultado de uniones maritales o casuales entre los residentes de la isla española sin importar color o raza, hubo en ese periodo un notorio mestizaje entre europeos, aborígenes y africanos que resultó en el arcoíris racial al que devinieron los dos países y otras partes de América, de eso que nadie tenga dudas.
En 1793 con el impacto del movimiento abolicionista en Haiti, los cronistas hispanófilos del lado español y afrancesados de la parte oeste de la isla, no les quedó más que incluir en sus relatos los caudillos que iniciaron la revuelta en el lado francés y que abolió por primera vez la esclavitud en América, así aparecen en los relatos Toussaint L’Overture, Jacques-Vencent Ogé, Henri Christophe, Julien Raimond, Jean Francoise Papillon, André Rigaud, Jean Jacques Dessalines, Alexandre Petion y otros.
Pero, la historia de la isla ha sido contada de manera acomodada y esa es la razón por la que mártires o próceres a pesar de tener méritos, no son considerados para merecer plazas, estatuas, museos, avenidas, pueblos u otro reconocimiento que los inmortalice, para que su legado llegue a las actuales generaciones.
No fue hasta que apareció en Francia el talento de Alejandro Dumas cuando las cosas cambiaron, Dumas nativo del lado francés de la isla cautivó con las obras “Los Tres Mosqueteros, El Conde de Montecristo, María Estuardo, El Tulipán Negro, El hombre de la máscara de hierro” a la Europa de mayor ilustración de aquellos días.
El reconocimiento de hombres y mujeres en isla tenía pendiente la realización de una hazaña monumental en América a raíz del movimiento que propugnaba por la formación de naciones libres y hasta la isla llegaron esas ideas nacidas con la proclamación de Estados Unidos, la revolución francesa y la rebelión de los esclavos y la proclamación de Haití como nación. Los líderes de la emancipación haitiana para garantizar la libertad de sus habitantes libres, proclamaron la unificación de la isla, ese es otro aspecto que ha sido objeto de manipulación.
El dominio que impuso el gobierno haitiano sobre toda la isla generó un espíritu separatista en el lado español que devino en la formación del Movimiento Trinitario y que culminó proclamando la Republica Dominicana. Las luchas contra la dominación haitiana fueron inspiradas por el ideal de Duarte, que aglutinó en el escenario político a hombres y mujeres a favor de un país soberado, así nos legaron a Benito González, Pedro A. Pina, Jacinto de la Concha, Jose María Serra, Juan N. Ravelo, Felipe Alfau, Feliz María Ruiz y Juan Isidro Pérez; fue la primera vez que las mujeres se integraron las luchas patrióticas, por ello me permito retraer algunos de sus nombres
Fue como integrantes del movimiento Trinitario cuando surgieron los nombres de Rosa Duarte, María Trinidad Sánchez, María Baltazara de los Reyes, Rosa Bastardo, Concepción Bona, Josefa Pérez de la Paz, Juana Saltitopa, Socorro Sánchez, a Ana Valverde, Filomena Gómez, Rosa Montás y se integraron al proceso de luchas que llevó a la separación del dominio haitiano en 1944.
Una vez declarada la separación, el gobierno haitiano y la clase dominante del vecino país insistían en retomar control de los límites de la nación, y el 10 de marzo pasaron por Colombié (Bartolomé) al norte del Lago Enriquillo, el 11 de marzo de 1844 se produjo la batalla de las Marías, el 12 la de Cambronal (Galván) en el distrito de Neyba, el 13 los combates de la Barranca del Yaque del Sur, cerca de Tamayo. El empuje de las tropas haitianas continuó hacia la capital, y el día 19 de marzo de 1844 cuando chocaron con una formidable resistencia en las cercanías de Azua, que detuvo el impulso a la expedición haitiana.
Mientras la resistencia del Sur combatía ferozmente, otro regimiento penetró por Dajabón y avanzó hacia el Cibao, fue derrotada en los combates del 30 de marzo en la ciudad de Santiago. Las crónicas sobre las acciones en el sur se reportan la gallardía de los generales Pedro Santana, Antonio Duvergé, Manuel de Regla Mota, Vicente Noble, Elías Piña, José María Cabral, Francisco Soñé, Ramon Santana, Lucas Diaz y Jose Leger entre otros.
En la región del Cibao destacaron los generales Jose María Imbert, Fernando Valerio, Ramon Matías Mella, Lorenzo Mieses, Ramon Franco Bidó, Pedro Eugenio Pelletier, Ángel Reyes, Francisco A. Salcedo, Juan Luis Franco Bidó, Lucas Evangelista de Peña. Curiosamente tanto los reportes del Sur, como los del Cibao carecen de las acciones atribuidas a la mujer dominicana, a pesar que estuvo presente en las luchas. Ello no sorprende, en los textos de enseñanza básica de historia dominicana, la gran ausente es la mujer, sin cuyo aporte no es posible escribir la historia del pueblo dominicano.
Para la realización del presente trabajo, hicimos una observación al contenido onomástico de dos obras que a nuestro parecer son las más importantes sobre la guerra de la restauración; escogimos los tres tomos de las Notas Autobiográficas y Apuntes Históricos del general Gregorio Luperón y los dos tomos del Diario de Campaña del general Jose de la Gándara, capitán general del ejército español durante el conflicto.
El resultado sorprendente, el general Luperón cita el nombre de mas de 3 mil, entre soldados y combatientes, y de ese total 21 son mujeres, a las que refiere como la reina de España, o las esposas o concubinas de algún soldado, a pesar que hubo mujeres combatientes en el conflicto. Peor fue el resultado en los tomos del diario de La Gándara, donde no aparece la participación de mujeres, aunque el brigadier no pudo evitar hablar de la reina de España y de la esposa del general Luperón.
Así ha tratado los cronistas de la historia a la mujer dominicana, la guerra de los Seis Años revela que Juana Ogando, varios sus hermanos fueron sacrificados en defensa de la soberanía, Juana alcanzó el rango de general y formó parte del Estado Mayor del gobierno de Ulises Heureaux, pero muchos la conocen como “la amante del general Lilis”. El libro original La Viña de Naboth en su primera edición, incluye una fotografía de Juana Ogando en la que aparece uniformada de general, hasta donde sabemos es de las pocas mujeres en la historia dominicana que han ostentado el rango por méritos.
Fue la obra de Eugenio María de Hostos es la que puso a la mujer dominicana en la notoriedad. La iniciativa de Hostos desde la enseñanza pública del gobierno dominicano durante los mandatos del partido azul fue el punto de partida. Hostos tuvo la visión de convertir las mujeres maestras normalistas que devinieron en pioneras de la educación pública dominicana. A partir de entonces, aparecen las mujeres en los relatos como señal que la educación abre puertas para entrar triunfante a la historia de los pueblos.
Hasta ahí el papel de la mujer en las luchas patrióticas estuvo ausente aun cuando se sabe que en el movimiento trinitario un gran numero de sus integrantes eran femeninas, y algunas a la hora de la verdad empuñaron las armas.
Con la obra de Hostos surgen las figuras de Salome Ureña, Eva María y Luisa Ozema Pellerano, Ercilia Pepín, Anacaona Moscoso, Andrea Evangelina Perozo y otras, hasta donde se sabe Evangelina Perozo fue la primera dominicana en lograr el titulo de doctora en medicina a pesar de las restricciones y las limitaciones que la facultad le imponía al género.
En todo el quehacer de la vida nacional estuvo la mujer, en las luchas patrióticas durante la ocupación de 1916 la mujer dominicana coronó con laureles su dedicación a la patria. Dos corrientes de mujeres se formaron contra los soldados invasores entre 1916 y 1924. Las imágenes fotográficas en periódicos y revistas las muestran armadas junto a los llamados gavilleros que resistieron en los campos y montañas la intervención de Estados Unidos.
Los combatieron en los cerros, en los pueblos mediante protestas callejeras, por los medios escritos y desde las tribunas mediante el discurso agitador, combativo y revolucionario estuvo la resistencia femenina, otras subieron a las tribunas como fueron los casos de Ercilia Pepín y Abigail Mejía a denunciarlos.
A partir de 1930 el dictador Rafael L. Trujillo empujó la mujer dominicana hacia las luchas contra las injusticias, la inequidad, en 1965 contra la injerencia de abril, más tarde contra el gobierno de los doce años y el presupuesto de la universidad del estado, en fin, en todas las reivindicaciones del pueblo dominicano dijo presente la mujer. Nuestra generación fue testigo de la sangre derramada por las Hermanas Mirabal, Yolanda Guzmán, Amelia Ricart, de Florinda Soriano (Mamá Tingó) y otras, que el limite del tiempo no permite retraerlas al homenaje de esta noche, pero que igualmente que llegue a ellas nuestro tributo.
Entre 1930 y 1961 hubo cambios tímidos a favor de la mujer y a pesar que le fue otorgado el derecho al voto, su participación en procesos electorales y su presencia en cargos era mínima, las oportunidades estaban relacionadas con la instrucción escolar, farmacia y enfermería. Es una verdad irrefutable, fuera de las profesiones antes mencionadas, durante la dictadura la mujer dominicana fue relegada a la condición de ama de casa, modista o costurera y a la propiedad de negocios informales.
Con el avance de los tiempos se produjeron cambios en la sociedad dominicana y tras la revolución de Abril de 1965, en 1968 en una jugada maestra para ganar popularidad, el Dr. Joaquín Balaguer designó gobernadoras en todas las provincias a mujeres activistas de su partido, ello abrió las puertas a una participación notoria de la mujer en las contiendas políticas nacionales, y fue a partir de ahí que su rol se extendió a otros aspectos de la vida social, profesional, económica, política y laboral en la República Dominicana.
Concluyo señalando que la injusticia en perjuicio de la mujer no es una tendencia particular del pueblo dominicano, la experiencia demuestra que es común en toda América, ese mal se verifica desde Canadá, hasta Chile. Me despido con una paradoja de la histórica de la nación Argentina, sin que ello signifique una crítica degradante a la narrativa de ese país, pero resulta que la población de origen africano en esa nación entre 1820 y 1840 era de 40%, y las medidas racistas de los presidentes Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento y Nicolas Avellaneda, la redujeron al 3%, según el censo de 1890, o sea que fue a consecuencia de una especie de exterminio contra los argentinos que descendían de africanos entre 1862 y 1874.
Pareciera increible, en mi caso no lo es, la heroína María Remedios del Villar en su biografía envuelve una historia desgarradora. Nació en Argentina, de padres africanos, se unió como combatiente a las luchas por la independencia de esa nación a cambio de su libertad, por su valor adquirió rangos y dirigió combates decisivos que culminaron con el triunfo de su país, en el proceso fue capturada y condenada a muerte, logró escapar de sus verdugos y pasó a la historia como la “Madre de la patria Argentina”, si, señoras y señores , una mujer de origen africano es la Madre de la patria, de una nación que en un periodo de 50 años redujo la población de color del 40 al 3%. La historia de América sigue sorprendiendo.
Muchas gracias, buenas noches.