PALABRAS DE EXALTACIÓN AL FUNDADOR DE LA REPÚBLICA, GENERAL JUAN PABLO DUARTE, PRONUNCIADAS POR EL GENERAL DE BRIGADA MÉDICO DR. RAFAEL LEONIDAS PÉREZ Y PÉREZ, E.N., HISTORIADOR, DIRECTOR GENERAL DE HISTORIA MILITAR, MIFFAA, EN ACTO DE INICIO POR LAS FF.AA. (INSUDE), DE LA CONMEMORACIÓN DEL BICENTENARIO DEL NATALICIO DEL ILUSTRE PADRE DE LA PATRIA, EFECTUADO EL MIÉRCOLES 2-1-2013, EN LA SEDE DEL MIFFAA.
_______________________________________________
Señoras y señores:
Las Fuerzas Armadas dominicanas sobre cuyos hombros descansa, de manera acentuada , la defensa de la soberanía y la Independencia Nacional, han convocado a los activos más representativos de la nación, para celebrar con singular orgullo patriótico el honroso protagonismo de encabezar el primer ceremonial consagrado al Bicentenario del natalicio del Padre de la Patria Juan Pablo Duarte y Díez, en acto caracterizado de trascendencia, al provenir de la instancia militar a que tanto tesón, desvelos, entrenamiento y estudios dedicó.
Al designar con el nombre del General Juan Pablo Duarte al más elevado centro de educación para la defensa de la Patria, las Fuerzas Armadas siguiendo las directrices trazadas en el Decreto que lo consigna, emitido por el Excelentísimo Señor Presidente Constitucional de la República, Licenciado Danilo Medina Sánchez, Autoridad Suprema de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional; significan de manera ejemplar y señera que el fundador de la República al emprender, a partir de 1838, la obra de la regeneración política y moral de la nación, hizo coincidir la educación del alma con la del cuerpo. El prócer era consciente de que las armas y los uniformes son insuficientes si no están franqueados por apreciables niveles de conciencia patriótica, de valores éticos y de un profundo sentido de horizonte nacional. La vida de cada uno de nosotros los dominicanos, según el concepto del honor que expresó el General Duarte, alcanza su razón de ser con la existencia del Estado-Nación, que sin patria independiente y soberana no existiría en el mundo resquicio alguno para el honor, el orgullo o la grandeza: “Porque vivir sin patria es lo mismo que vivir sin honor”.
Como en la fragua de La Trinitaria, o en la Escuela de Esgrima de la Atarazana, o Sabana Buey, Baní; en las llanuras del Este o en las fértiles campiñas del Cibao, este prócer sin par, protagonizó e inculcó con su ejemplo y prédica, los valores trascendentales de Dios, Patria y Libertad.
Porque sin esos bienes, la existencia no es, sino, un oprobio y una vergüenza…
Sobre esas premisas, General Juan Pablo Duarte, con tu vigilia permanente, representada en cada pecho de nuestros soldados, las Fuerzas Armadas erigen tu efigie, a la entrada de este templo de la defensa nacional del siglo 21, armado con la tecnología, el conocimiento y la voluntad inquebrantable y consciente de defender los sagrados intereses de la nación, los tangibles y los inmateriales.
Hoy iniciamos la programación que los cuerpos armados de la República dedican a los 200 años de tu nacimiento ¡Comandante Juan Pablo!
Para que tu ejemplo de vida e ideales, germine entre las generaciones presentes, para que te conozcan y te multipliquen en el quehacer cotidiano de cada uno y de todos.
En el Juramento Trinitario, el General Duarte y Díez, plasmó el uso del supremo recurso de las armas en la consecución de su obra gigantesca, como fue la creación de la Patria Soberana, a la que no solo aportó el nombre: República Dominicana, sino, un diseño de alcance estratégico, arraigando en el pueblo dominicano de la época y en los hombres de armas de su contemporaneidad, la disposición de darlo todo por la Patria.
De su corazón y su mente esclarecida surgieron los colores y la forma de la enseña tricolor; el lema: Dios, Patria y Libertad que figuran como marcas imperecederas en el escudo de armas de la República Inmortal de Duarte. Así como el planteamiento de la separación cuatripartita de los poderes del Estado; su proyecto de Constitución e incluso, las agrupaciones por medio de las cuales se fue allanando el camino hacia la conquista de la Independencia Nacional, 1838-1844.
La proceridad del Fundador de la República se cimenta en su fe inquebrantable, propia de seres humanos superiores. Frente a las corrientes de pensamientos pesimistas que han permeado a la sociedad dominicana de siempre y a la visión desesperanzadora y gris, de quienes han accionado para anular todo esfuerzo constructivo de los buenos dominicanos; de quienes han obrado para anexar nuestro territorio o procurado protectorados o ingerencismos, se levantan incólumes, el pensamiento y la trayectoria de vida del Padre de la Patria y con él la de todos aquellos que tienen irrestricta confianza en nuestros conciudadanos para alcanzar las cumbres más altas en procura del argumento de nuestra historia republicana.
Los miembros fundadores de La Trinitaria que designaron al General Duarte y Díez como presidente de esa sociedad secreta y jefe de los Ejércitos de la futura República, eran verdaderos delegados del poder popular dominicano en ciernes, y decidieron en base al principio de representatividad.
Lo expuesto, resalta y confirma el liderazgo político, patriótico y militar de Duarte. Así queda demostrado cuando su conducción del proceso desemboca en el triunfo que obtiene en 1843 y se le nombra Comisionado, con la instrucción de constituir las Juntas Populares para los pueblos de la región Este.
Forjar un perfil de liderazgo requiere de paciencia, tacto y sentido de oportunidad. La conducción de los procesos, precisa de serenidad de espíritu. Es mucho el impulso a detener y variada la pasión a referir.
Se reafirma la jefatura del patricio cuando su nombre es aclamado fervorosamente por el pueblo, con sus autoridades a la cabeza, al recibirlo el 15 de marzo de 1844, en la Puerta de San Diego donde el Arzobispo Tomás Portes e Infante, lo recibió con un ¡Salve oh Padre de la Patria!”, y cuando la oficialidad de Santo Domingo solicita a la Junta Central Gubernativa el grado de General de División, Comandante en Jefe de los Ejércitos de la República.
Quienes conocieron al General Duarte como Meriño, Espaillat, Emiliano Tejera, José Gabriel García, dieron testimonios fehacientes de la grandeza, valentía, profundidad y solidez de su liderazgo procero.
No Había pasado un mes de la proclamación de la Independencia Nacional, cuando la Junta Central Gubernativa se aprestaba a considerar, el 8 de marzo de 1844, la posibilidad del protectorado francés, bajo la forma del denominado Plan Levasseur que contemplaba ceder a perpetuidad, la bahía de Samaná y la tutoría del Poder Ejecutivo por un periodo de 10 años, a favor de La Francia.
Como Comandante Adjunto, Duarte se trasladó al Cuartel General de Sabana Buey, Baní con una División bajo su mando y trató por todos los medios de convencer al General Pedro Santana, de emprender una acción ofensiva contra el adversario que se encontraba en Azua después de la batalla del 19 de Marzo. Relevado del mando, dio muestras de su honestidad y transparencia en el manejo de los recursos del Estado con su histórica rendición de cuentas, dando detalles centavo por centavo, de lo gastado en la expedición.
Duarte dio al traste con las antinacionales pretensiones de los afrancesados, con la valiente acción del 9 de junio de 1844, que depuso a la Junta que se aprestaba a cercenar la Independencia.
Y cuando hombres sin juicio y sin corazón anexaron la República, se presenta en una expedición por Montecristi, 1864, a los escenarios de la Restauración, llegando a expresar: “… si después de veinte años de ausencia he vuelto espontáneamente a mi Patria a protestar con las armas en la mano contra la anexión a España llevada a cabo a despecho del voto nacional por la superchería de ese bando traidor y patricida, no es de esperarse que yo deje de protestar, y conmigo todo buen dominicano, cual protesto y protestaré siempre, no digo tan sólo contra la anexión de mi Patria a los Estados Unidos, sino a cualquiera otra potencia de la tierra, y al mismo tiempo contra cualquier tratado que tienda a menoscabar en lo más mínimo nuestra Independencia Nacional y a cercenar nuestro territorio o cualesquiera de los derechos del Pueblo Dominicano.”
El Padre de la historia nacional, José Gabriel García, lo tilda de: “Ilustre prócer”, y no titubea en considerar su gloria “como más imperecedera que la de los demás caudillos dominicanos, entre los cuales ocupa, indisputablemente el primer término”, y en reconocerle poseedor de una valía a que todo dominicano debe aspirar, sobre todo aquellos llamados al desempeño de funciones públicas.
Señoras y señores:
Juan Pablo Duarte es el arquetipo por excelencia de la dominicanidad. Una generación ha encontrado en sus escritos, inspiración. Otra, en su vida, ideales.
Los méritos del Fundador de la República, sucintamente enunciados aquí y ahora, reclaman para este inmortal General de los Ejércitos de la República, los honores más elevados y más sentidos, y que en todos los recintos militares, en las escuelas, en ciudades y campos, en actitud agradecida, renovemos el glorioso Juramento Trinitario. Encendamos en nuestros corazones, como llama votiva, el amor y el compromiso de completar la obra de la patria soñada por Duarte; próspera, moderna, segura y feliz.
Convirtamos, la celebración del Bicentenario del natalicio del más insigne de los dominicanos, en una plataforma para educar en valores patrióticos, éticos y morales, y también de la identidad nacional, que nos permita defender y engrandecer a la Patria con las lecciones contenidas en los ideales y accionar de Duarte, como testamento de su proceridad radical, que no es otra cosa que un Manual de filosofía cognitiva, que nos educa, instruye, adoctrina y disciplina admirablemente hacia la construcción de una sociedad más justa, más progresista y más evolucionada.
Muchas gracias.