Colaboraciones

El proceso de la independencia nacional.


Por Dr. Rafael Leonidas Pérez y Pérez, General de Brigada, E.N.,
Historiador,, Vocal del Instituto Duartiano.
 
“Estamos unidos aquí con el propósito  de ratificar el fin que habíamos concebido, de constituirnos en Estado libre e independiente con el nombre de República Dominicana. Vamos a dejar empeñado nuestro honor y vamos a dejar comprometidas nuestras vidas. La situación en que nos coloquemos será muy grave, y tanto más cuanto que entrando ya en este camino, retroceder será imposible”.__ Juan Pablo Duarte.
El sueño que idealizara Juan Pablo Duarte y que acariciaron sus esforzados compañeros se hizo credo bajo el solemne juramento expuesto en La Trinitaria el 16 de julio del año 1838, para transformarse en escudo del pensamiento sobre el pecho lleno de orgullo de aquella pléyade procera de jóvenes decididos a crear, con el noble esfuerzo de su dignidad, un pueblo libre, como aporte a la civilización cristiana del mundo americano.
No fue la emancipación de la parte este de la isla de Santo Domingo la obra del azar o de las circunstancias políticas de la época, sino la obra producto de una intensa, patriótica y colosal labor  de sacrificios que regó sobre el surco la semilla del ideal para que fecundase, como fecundó, el corpulento roble de la nacionalidad dominicana.
El grito reivindicador de la noche gloriosa del 27 de febrero del año de 1844 sobre los bastiones venerandos de El Conde de Peñalba, salió con eco atronador en los ámbitos del territorio sojuzgado. Matías Ramón Mella, el invicto paladín de la decisión, hizo belígero el ambiente con su resonante trabucazo en la Puerta de la Misericordia; Francisco del Rosario Sánchez, varón ilustre, maestro de la dignidad y abanderado de vanguardia del pensamiento trinitario, fue alma y acción en aquella hazaña que inició la rebelión emancipadora; en el Baluarte de San Genaro o Puerta del Conde, proclamó la República Dominicana y enarboló por vez primera el pabellón nacional. Los demás compañeros, jóvenes de ardiente devoción patriótica y colaboradores resueltos del ideal de Patria, secundaron el grito redentor con el brazo y con el pecho; y mientras los hombres de La Trinitaria hacían la República sobre el torreón memorable, María de la Concepción Bona y Hernández, María Trinidad Sánchez y María de Jesús Pina tejían, en el ámbito del hogar, la cruz de paz, símbolo de nuestra religión cristiana que abre sus brazos piadosos sobre un campo encarnado y azul en armonioso ritmo de colores que rememoran el rojo de nuestros amaneceres y el zafiro de nuestros cielos tropicales Tal la Bandera.
Y la República fue como la pensara en su concepción idealista el Apóstol Juan Pablo Duarte; pero era necesario consolidarla como Estado libre; era necesario hacer real el ideal. Para ello se levantaron los brazos y los hombres en protesta unánime. Cada uno cumplió su deber. Ejércitos de patriotas se desposaron con la gloria en Azua, Talanquera, Santiago, La Estrelleta, Beller, El Número, Las Carreras, Santomé, Sabana Larga y otros sitios testigos mudos de las proezas de nuestros libertadores, que empurpuraron con la sangre y sellaron con el sacrificio.

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