Temas Historicos

Dos voces estruendosas.

Sermones contra el olvido.

 

A propósito del 500 aniversario de la lectura del sermón de adviento, ocurrida el 24 de Diciembre de 1511 por el fraile Antón de Montesinos en la ciudad primada de América, se nos ocurre escribir una nota que haga honor al temple indomable de este sacerdote español, que guarda paralelo con otro compatriota suyo llamado Francisco Panal mas de cuatrocientos anos después, ambas protestas quedaron grabadas en la historia dominicana en un mosaico de mármol con letras de oro; los dos dejaron el testimonio de que la injusticia no tendrá cabida en la isla, mientras a uno de sus habitantes le quede el aliento.

El paralelismo entre la acción de fray Antón de Montesinos en la vieja ciudad de Santo Domingo en 1511 y el obispo Francisco Panal en la catedral de La Vega en el mes de Marzo de 1961, en uno y otro caso estremecieron el alma nacional. Las dos arengas son de eterna recordación, y el impacto del discurso en su mensaje fue el mismo. Ya en tiempos coloniales o en la vida de la República, se manifestó la resistencia al estado de opresión e inequidad que imperaba en las respectivas épocas y tanto Montesinos como Panal se quejaron frente a la autoridad suprema.

Por su parte en 1511 fray Antón de Montesinos aprovecho la presencia del virrey y gobernador de la isla Diego Colon para enrrostrarle la siguiente denuncia:

“Esta voz, le hace saber a la autoridad, que están en pecado mortal por la crueldad y tiranía que usáis con estas gentes inocentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia se impone tan cruel y horrible servidumbre a esos indios? ¿Con qué autoridad le hacen la guerra a esa población que estaba en sus tierras mansas y pacíficas, y a los que se le impone la muerte y estragos nunca oídos? ¿Cómo mantenerlos fatigados, sin darles de comer, ni curarlos de sus enfermedades, con los trabajos excesivos que les produce la muerte, lo que es lo mismo decir, los matan para sacar y adquirir oro cada día? ¿Qué hacen para que se adoctrinen y conozcan a Dios como su creador, que sean bautizados, que oigan misas, guarden los feriados y domingos? ¿O es que ellos, no son hombres? ¿No tienen almas racionales? ¿No están obligados a amarlos como a si mismos? ¿Esto no lo entienden ni lo sienten? ¿Parece que un sueño letárgico los mantiene dormidos? Tengan por cierto, que en el estado en que están ustedes, como los moros o los turcos no encontraran la salvación, porque es evidente que carecen de la fe en Jesucristo”.

El eco de aquellas palabras se sintió en el templo principal de la ciudad de La Vega cerca de quinientos anos después en la voz de un sacerdote español, que lo hizo frente al dictador Rafael L. Trujillo Molina, a quien el obispo Francisco Panal le tiro en la cara la siguiente denuncia:

“Permítame amado Jefe, que en la intimidad con nuestro Dios y desde este altar, le cuente de amigo a amigo, mis penas más íntimas, que en esta ocasión son tan hondas y amargas como no las he sufrido en el pasado, y no creo que las pueda vivir más intensas en el futuro; a usted querido Jefe, que al parecer no está enterado, al menos minuciosamente, de la abominable campaña atea, anticlerical, antisocial, antitrujillista perfecta y comunista pura, que se lleva a cabo en toda la nación, a través de la radio y por la prensa, de la forma más sacrílega e impía”.

En todo el país, al igual que en La Vega, existe la imperiosa la necesidad de fuentes de trabajos, viviendas, alimentación, y no es secreto para nadie, que a diario se producen destierros por razones políticas y prisiones por iguales motivos. Termino mi observación sincera y amiga, pidiendo vivas para la iglesia católica, el Romano Pontífice, la jerarquía eclesiástica dominicana, al pueblo y al clero católico, lo divino y lo sagrado, esperan que los templos se liberen de toda execración. Amado jefe, sea usted bienvenido a la casa de Dios y a la ciudad de La Vega”.

Con el estruendo de los dos sermones, tanto el gobernador Diego Colon como el dictador Rafael L. Trujillo sonrojaron la piel de sus rostros al oír la inesperada reprimenda de aquellos curas, en el caso del dictador Trujillo, se sabe que de inmediato ordenó al jefe de su seguridad quitarle la hoja escrita que leyó el oficiante en el templo de La Vega; aquella lectura se convirtió en un calvario para el obispo Francisco Panal, hasta las prostitutas reclamaban haber tenido aventuras con el religioso, pero valió la pena, porque tanto fray Antón de Montesinos como el obispo vegano quedo grabado con letras que ni la inclemencia del tiempo ni la demencia histórica pueden borrar del pasado en la isla de Santo Domingo.

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