Atentado contra el general Luperón y la acción audaz que previno su muerte.
En la nación dominicana se han producido varios magnicidios e innumerables intentos de asesinatos contra líderes políticos; dos ejemplos sobre muertes violentas cuyos conjurados no se sabe con certeza quienes fueron los casos de los generales Manuel “Memé” Cáceres a finales del siglo 19 y Casimiro N. de Moya al principio del siglo 20. Ambos a pesar de su importancia social y que aspiraron a la presidencia, murieron asesinados, pero, aun así, se desconoce quiénes fueron los autores materiales de esos crímenes. Muchas veces tratando de matar a líderes políticos se han producido enfrentamientos fatales, como fueron los casos del dictador Lilis en la provincia de Azua y el de Mon Cáceres en Cotuí, ambos dictadores murieron despues en magnicidios, uno en Moca y otro en la capital.
Muy pocos son los dominicanos que saben que el general Gregorio Luperón proclamó en 1873 un gobierno en armas con asiento en la aldea de Dajabón. Allí el general restaurador fue objeto de un atentado en el mes de Julio de 1873 y poco faltó para que fuera asesinado; su espada lo llevó a colocarse como la figura máxima en la guerra de la Restauración. La proclama de Dajabón fue hecha en momentos que el general Luperón enfrentaba a Buenaventura Báez, quien junto a su homólogo Ulysses Grant trataban de convertir la nación dominicana en una posesión territorial de Estados Unidos.
La trama homicida contra Luperón fue ingeniada bajo un cuidadoso plan que tuvo el auspicio del Partido Rojo, que dominaba el ambiente político de la época en la República. El trágico desenlace se pudo prevenir gracias a la pericia de dos jóvenes, uno nativo de Puerto Plata y el otro de Montecristi, juntos evitaron la muerte del prócer restaurador mientras se hallaba reunido con su estado mayor. Los jóvenes formaban parte de la protección de Luperón y lo acompañaban en las acciones rebeldes en la línea noroeste cuando fue proclamado el gobierno en armas de la villa fronteriza de Dajabón.
Para ejecutar la conjura y eliminar al general Luperón, los baecistas acudieron a un terrateniente llamado Juan Rivas, reconocido como hombre de armas de la región que por lealtad al presidente Báez y su partido accedió al intento homicida. El general Rivas simuló haber cambiado de afiliación y juró fidelidad a los rebeldes azules opuestos al gobierno, pero en el fondo el propósito era otro. La Junta de gobierno de Dajabón aceptó el ingreso del general Juan Rivas sin tomar en cuenta el peligro que ello significaba para los líderes insurrectos, la excepción fueron los jóvenes Ulises Heureaux y Calasán Carrasco.
La trama estuvo a segundos de convertirse en tragedia, pero la valentía de esos audaces soldados que estaban presentes, se pudo evitar la muerte del general Luperón, que poco faltó para que fuera asesinado en el verano de1873. La intervención de los coroneles Ulises Heureaux y Calasán Carrasco, previno el disparo mortal a Luperón, que discutía sobre la estrategia a seguir, entre los presentes allí se hallaba el general Juan Rivas, que murió en el acto.
El general Rivas se había colocado sigilosamente detrás del general Luperón y cuando se disponía a sacar un revólver que portaba para disparar, el coronel Lilís que lo observaba con ojos de águila reaccionó como un rayo y de un disparo lo derribó, luego al caer moribundo, Rivas recibió un tiro de gracia de manos del coronel Calasán Carrasco. Así murió el general Juan Rivas en Dajabón y así le salvaron Lilís y Calasán la vida del general Gregorio Luperón, quien falleció de muerte natural en 1898 en Puerto Plata.