Por el Dr. Rafael Leonidas Pérez y Pérez.
Cierta vez en Duvergé, un joven enamorado, pasado de tragos, decidió llevarle junto a ¨sus tercios¨, una serenata a una señorita ¨que lo derretía.¨
Cuando la serenata está en sus buenas, e inclusive la agasajada escuchándola deleitada en la ventana de par en par de su hogar, ¡el joven galán se puso malo! ¡Le dio ¨un gonipio¨, un fuerte mareo con pérdida del conocimiento, un síncope!
Gritó preocupado un compañero a los otros: _¡Rápido, quítenle los zapatos, eso es por ¨el jumo¨, vamos a ponerlo a oler zicote para que se le quite…!
El que estaba ¨casi muerto¨, aunque débil aún recuperó los sentidos y al oir lo de quitarle los zapatos, con esfuerzo imploró:_¡Ay no, no me quiten los zapatos por favor, ya yo me siento bien, no me quiten los zapatos…!
Los compañeros hicieron caso omiso a los ruegos del enamorado y le quitaron los calzados… y… ¡oh, sorpresa!
¡Tenía las medias rotas!
¡Sus pies quedan al aire!
¡Sólo se veían las bandas elásticas o ¨gomitas¨ de los calcetines de ese pendejo!
¡Estaba muerto de la vergüenza frente a su amada!
Y con este cuento verídico, terminó ahí mismo lo de llevarle serenatas a su admirada y menos de caer en ese gancho del ¨jumo¨ y de las medias rotas.