ESTAMPAS DUVERGENSES.
Por el Dr. Rafael Leonidas Pérez y Pérez.
Bari, ¨lugarteniente¨ de Cachambra, recorría las calles de Duvergé cargado de nasas y/o vendiendo sus jaibas, tilapias e hicoteas.
Cuando la muchachada traviesa lo quería ¨amistar¨ con una acémila, la ira de Zeus le quedaba chiquita, chiquitita…
Cachambra -el marido de la no menos famosa obesa mujer- vocea todavía, aunque a veces ya, sus ¨contrabandos de armas¨ que no son más que ¨BANDAS DE CHIVOS O CHIVAS¨ (así en mayúsculas) recién matados.
Pallío, anciano y enfermo, nos espera aún en su conuco-balneario.
Lulú El Tátaro con su jocosidad es carcajada del pueblo.
No se sabe quién sostiene a quién. Si Lulú al gallo de pelea o el plumífero gladiador a esta naríz, perdón, a este hombre tocayo de ¨La Pequeña Lulú¨.
Quimiquín con su ruidosa ¨maña¨ ya no está en Duvergé y ya se sacó la mano, ¡oh, me equivoqué!, los dedos de su bocaza.
La pobre Pachanga era la versión femenina de El Pompo.
La Pachanga murió. El Pompo ya no baila. Me dicen que hasta en mujer se metió.
Cocorota -no tan fea, no sé por qué la llaman con ese apodo-, la no menos pobre Cocorota, ya no hace reir -aunque ella casi no ríe- a la chiquillada duvergense. Está enferma y se está poniendo vieja Cocorota.
Ñango -macuto viejo según el diccionario- ya entró a la tercera edad (hace tiempo). Y tiene su boca con tremenda prótesis. ¿Tomaron los antropólogos, ¡oh, excúsenme!, los odontólogos, las arcadas dentarias fósiles de ¨El Hombre de Neanderthal¨ para Ñango?
Palomo Sucio haciendo ¨honor¨ a su nombre (porque en realidad el apodo debió ser el nombre con que lo declararon), empujando la carretilla cargada de ¨carne de res¨ (así Duvergé aún identifica casi con exclusividad a la de ¨vaca¨ -que puede ser de un toro-), salía en su rutina diaria desde el matadero hasta el mercado municipales, con su ¨ropa de trabajo¨ manchada de sangre del animal sacrificado.
Conyai, Barrabás, Meliquín.
Gallardía, Negro Yaco y Lolita (su mujer).
Chimico, Santo Monona y Becheco.
Oché, Negro La Pana y Moreno ¨Ubilio¨ entre otros (algunos fallecidos, otros vivos), son estampas duvergenses como las personas precitadas, y hoy, sólo viven en el recuerdo de compueblanos (me incluyo yo).
En honor a ellos, concluyo este artículo con una fuerte carcajada o regañando una travesura…
Santo Domingo, D.N.,
23 de octubre, 1994.-