Colaboraciones

Camino Real y Charamicos, la novela.

 Por Dr. Ester Gimbernt Gonzalez

Hispanic Sudies, University of Northern Colorado.

Rumores rescatados: Charamicos desde una pluralidad de voces en formación

La nueva novela histórica aprovecha esos rumores que la historia oficial había descartado.

Juan José Barrientos

Los hechos históricos son aquellos que no se pierden en el olvido de las generaciones que han heredado su conocimiento.

Juan Bosch.

Es la literatura la que puede salvar esas pequeñas historias, iluminar la relación existente entre la verdad y la vida, entre el misterio y la cotidianidad, entre el individuo concreto y la Babel de la época.

Claudio Magris.

La novela histórica posmoderna al romper el mito y la identidad que exitía entre pasado e historia ha abierto un espacio para que los sectores marginados y marginales de la sociedad produzcan y validen sus propias versiones del pasado (ver Juan-Navarro 46). Si la verdad del pasado es pronunciada desde una coralidad que se apoya en la posibilidad de variadas y variables causas y consecuencias de los hechos, la Historia con mayúsculas se agrieta dejando intersticios por donde otras historias crecen y se multiplican. Como bien lo señala Paul Ricouer, la historia es necesariamente diversa y múltiple: hay esto y después aquello (74). En ese sentido la coralidad implica fragmentación y desdibuja una visión única, congruente y de datos exactos de la Historia.

“La novela histórica se caracteriza por un acto de habla literario en el que el autor se sirve, subsidiariamente, de ciertos materiales históricos que forman parte del acervo de la memoria colectiva. Al autor de novela histórica ya no le interesa tanto la transmisión fiel de esa documentación sobre una determinada época histórica, cuanto la recreación de la misma desde la perspectiva desde la que escribe” (Aldeguer 119). Cuando una novela enfoca su interés en la memoria (califiquémosla de cultural o histórica), puede significar según Andreas Huyssen, el fortalecimiento y la expansión de la esfera pública de la sociedad civil (“Present Past” 36).

El relato de una memoria cultural funciona como una contra-narrativa a las narrativas sancionadas por la marca oficial,  porque estos textos tienen la posibilidad de abrirse a un espacio público para expresar un sufrimiento colectivo y hacer, hasta cierto punto, un balance de lo eventos poco conocidos. La memoria cultural, como una contra-narrativa, es un modo de volverse hacia el pasado, que, en efecto, actúa más como un trastorno o perturbación del presente, que como una repetición de hechos históricamente conocidos. Así, al presentar ficcionalizada esa memoria cultural se pretende lograr un presente articulado con un pasado, y no un pasado asumido con resultados inevitables. (ver Hersford 7). Estas memorias culturales pueden obrar como ecos del pasado, pero como todo eco están cargadas de interrupciones, y dejan intersticios por los que se escapan algunos datos y significados y se conjetura la claridad de la comprensión. Gracias a esos intervalos en suspensión, que no están vacíos, se enriquece el camino entre uno y otro tiempo, entre los significados anteriores y presentes.

Así surge Charamicos, de Angela Hernández, que en reseñas y análisis recientes ha sido estudiada o referida como novela testimonial, bildungsroman, novela histórica, novela de “estado de rebelión” entre otras consideraciones.1 Demás está decir que la novela se presta para ser estudiada, leída e interpretada de muy diversas maneras. Para un lector ajeno a las circunstancias y particularidades de la historia dominicana, leer Charamicos podría ser una experiencia diferente que la experimentada por un lector compenetrado en el conocimiento de datos, sutilezas, mitos de la época, capaz de descifrar los personajes históricos detrás de los nombres ficticios. Surge así la preocupación del lector foráneo, de cómo leer la novela desde ‘afuera’ de tales conocimientos históricos; preocupación que a la par abre el camino factible de estudiarla como memoria cultural, que de cierto modo conlleva el trazo histórico sobre la que se construye. Comentarios recientes de Angela Hernández en una entrevista aún inédita, me convencen y motivan para enfocar mi análisis en ese tipo de memoria:

A mí me seduce la atmósfera temblorosa de aquella época: quimérica, dura y con ribetes ilusorios, cándidos, crueles, perversos, fugaces y marcadores de esos años. Pragmatismo, ortodoxia, ambigüedad, polaridad, hechizo, conocimiento global, ignorancias peculiares, corrientes secretas, trabajos clandestinos de una parte y la otra… Todo decantándose, mezclándose… Ese algo escurridizo a los historiadores, que la literatura eventualmente acierta a plasmar en algún grado.2

Esta, como muchas otras declaraciones de la autora con respecto a esta novela, destaca la importancia de una época, y la incidencia de la coralidad en la propuesta de construcción de la misma. El texto que logra tiene el propósito de  hacer “… un reconocimiento a los jóvenes que combatieron los Doce Años de Balaguer, no importa que estuvieran equivocados o no […]  Una juventud viva y participante […] una generación que se quedó en el camino, y tal vez ello explica el título de la novela, Charamicos,3 ramas leñosas finas, que son buenas para iniciar el fuego, pero no para sostenerlo” (Quiroz).

Desde los fragmentos de la historia que emergen a través de Charamicos, se crea un panorama de enmarque de un tiempo de rebelión, que abarca unos pocos eventos ocurridos durante los doce años del gobierno de Balaguer, sin duda, aprovechando la ventaja que tiene el escritor sobre el historiador. Porque para el historiador, al basarse en el documento oficial, la gente común, la ‘gente de verdad’ desaparece, no existe como individuo, sólo llena la escena de los eventos. Se borran los sucesos y los sufrimientos, la ‘fantasía de los hechos’ desvela la historia tal cual pudo ser, otorgando una existencia a quienes les negó un trato individual, el historiador, quien está compelido a seguir el dato histórico oficial (ver Lämmert 233). Bien lo expresa Patricio Manns:

Para la Historia los pueblos son anónimas masas aborregadas.  Estas masas sin rostro operan como un coro para destacar en el telón de fondo la silueta unívoca de la hazaña inscrita en el mármol. Es natural  entonces que un día, cierto tipo de escritura y cierta franja de novelistas se invierta en la revisión de aquella parcela de historia que les concierne para impulsar una corrección por la ficción.

Estos libros desarrollan un discurso ficticio y a la vez fáctico. Ninguno pretende dinamitar una realidad adulterada y reorganizarla después, sino rescatar ciertos materiales confiscados a la historia mediata e inmediata a fin de retrabajarlos. (231-232)

La memoria cultural, en el caso de Charamicos, va un paso más allá de lo enunciado en la cita previa, porque además de su rescate de los rumores traspapelados de la historia, se propone un nuevo pensamiento, un nuevo modo de conceptualización, desarrollando desde un yo narrativo femenino, y una coralidad de historias de mujeres y marginados, modelos adecuados a la complejidad y a las cualidades y características de las mujeres, de lo femenino, de las diferencias sexuales, de los diferentes, anteriormente ignoradas o mal representadas (ver Grosz 41).

Ambas, Trinidad, la narradora de los sesenta y un capítulos numerados, como la otra estudiante, Ercira, que le sirve de modelo para entrar en el mundo universitario, y que aparece en la mayoría de los veintisiete capítulos titulados, son personajes ficticios. Han llegado de lugares campesinos pobres, gracias a la apertura que trae a la educación superior el Movimiento Renovador Universitario, surgido como consecuencia de la revolución de abril de 1965.4 La historia personal y pública que se reconstruye desde el presente universitario y disidente de las dos jóvenes mujeres, va entrelazada y paralela a lo que parecería a simple vista la trayectoria de dos grandes grupos enemigos. Por un lado está el presidente Balaguer con algunos generales y un fatídico grupo paramilitar, y por otro, se vislumbra la presencia constante e invisible de un viajero que vendrá a salvar y liberar la patria, quien tiene algunos fieles e incansables seguidores en la isla.

Al poner en perspectiva y a distancia los pormenores de las peripecias y ansiedades, típicos de la expericiencia bélica urbana, hay un trasfondo poderoso que resalta, no sólo la acción, sino la evolución de la formación de las mujeres a un nivel local, y a la par, nimba la evolución como un gran reflejo de otros movimientos femeninos internacionales, globales. El trabajo, apoyo y presencia invisibles de los grupos “no hechizados”, los no históricos,5 especialmente el de las mujeres, refieren a la cotidianidad y minucia de unos años específicos y de un espacio estrictamente demarcado entre la universidad y los pueblos campesinos de donde provienen las protagonistas.

Llego a esta interpretación que abarca paralelamente la coralidad de participación de los grupos en conflicto, y la visión sutil y constante del punto de vista de mujer ante las situaciones, al encontrarme con personajes masculinos, fácilmente reconocibles por quienes recuerdan o conocen la historia de aquellos doce años del gobierno de Balaguer, pero que no cobran su envergadura ante el lector ajeno a los detalles de la historia local, porque no aparecen en la novela con sus nombres históricos. Por ejemplo, el “Hombre-brújula” posiblemente está referido al líder del gobierno constitucionalista, Coronel Francisco Caamaño; Aridio Hormelo, cabecilla de “Los Ciguayos”, que sin duda es, históricamente hablando, Amaury Germán Aristy, jefe de “Los Palmeros” ; el General Vizcaíno, quizás referido al General Pérez y Pérez ; “La Gamba”, sin duda en lugar del Frente Joven Democrático Anticomunista y Antiterrorista, llamado popularmente “La Banda Colorá”, entre muchos otros. Si el único propósito de la novela fuera exaltar tanto los actos heroicos como los fatídicos de aquellos años, el nombre de todos estos protagonistas históricos aparecería con la contundencia propia dada en documentos oficiales. Al desviar, con el uso de los seudónimos, la fuerza del dato histórico, se da mayor énfasis a los dos personajes ficticios, bajo cuyas historias personales se organizan los capítulos.

Al elegir como personajes centrales a dos mujeres campesinas, de piel oscura, sumamente jóvenes e inteligentes, dedicadas a las ciencias, despreocupadas por la pequeña aventura amorosa, se nota el intento de desmantelar prejuicios contra todo lo que esas características podrían simbolizar y de ese modo relacionarlas con los beneficios que trajo a tantos “cero-once”6 el desarrollo y efecto del Movimiento Renovador Universitario que sólo se menciona al pasar en la novela. A través de estas circunstancias se enfrenta la mentalidad campesina a la mentalidad urbana, se hace más obvia la lucha cultural entre centro y periferia, la constante preocupación en la reelaboración de los lenguajes, traídos desde la infancia7 y en construcción en la universidad. El dato histórico que implica el Movimiento Renovador y su propuesta de educación y aprendizaje, puede relacionarse a que algunos críticos consideren Charamicos como un bildungsroman femenino. Sin embargo, calificarla de bildungsroman limitaría el sino de la misma, denegando en la formación de un personaje, la narradora Trinidad, la educación y crecimiento de una multiplicidad de mujeres, de jóvenes disidentes y de otros seres marginados por ser diferentes.

A través del proceso de aprendizaje de Trinidad y de Ercira, se trazan varios itinerarios ideológicos en la novela, que atan cabos con momentos del pasado mediato e inmediato,8 que los nutren, confrontan y complican. Por eso interpreto, que estos dos personajes femeninos ficticios, enmarcados en un espacio y una época muy precisa y poco historiada en la República Dominicana,9 representan:

1) la intención de mantener viva la memoria de una época e integrarla al presente: “Las interpretaciones sobre las características de ese tiempo son nebulosas. El acercamiento mediante la libertad de la imaginación quizás arroje un poco de luz. No la luz del documento histórico, sino la que proviene del deseo humano por comprender su condición, sus límites, sus constantes desafíos,” “Se dice que el pueblo dominicano olvida fácil[…] Charamicos desdice este prejuicio” (“Entrevista”).

2) la suma de múltiples experiencias que gestan, fortalecen y establecen el trazo de un pensamiento feminista en la media isla. Gracias a que en “la novela posmoderna la frontera entre realidad y ficción no se disimula, se marca, se pone de relieve, contradiciendo la historia documentada”( Barrientos 19), a través de las dos mujeres protagonistas, ambas representantes de un complejo collage de mujeres ‘anónimas’ para la Historia, se logra inscribir, integrar a la mujer dominicana a un gesto de legible nivel histórico. No sólo una época de rebelión universitaria, sino una vuelta de tuerca a la situación de la mujer pensante.

Alotropías:10 capítulos numerados

…una novela en primera persona, cuyo narrador omitiera o desfigurarara los hechos e incurriera en diversas contradicciones, que permitieran a unos pocos lectores –a muy pocos lectores- la adivinación de una realidad atroz o banal.

Jorge Luis Borges.

En los capítulos numerados, escritos desde el yo seudo-autobiográfico,11 se narra en un orden cronológico claro y con algún uso del flashback, la llegada de Trinidad a la ciudad. Hay una previa certeza de que su aprendizaje viene de los otros, (“Los hechos que voy a referir son responsables de trastocar mi mirada y mi manera de ser”[Charamicos 7]). Si así lo fuera, ella considera que sería un producto de lo que aprendería en el ámbito académico y en el contacto con grupos estudiantiles. Tales premisas sientan el comienzo de un largo camino que llevará a la narradora a comprender que el estudio, la inteligencia, las experiencias serán herramientas para entender el mundo desde ella misma, desde su cuerpo de mujer, desde su identidad propia, construída desde adentro de sí. Porque a su llegada a la gran ciudad “ignoraba que pudiera participar en la transformación del mundo, en crear un hombre nuevo, una mujer nueva”(7). Desde la escritura del presente del texto, sabe que hay “una mujer nueva” ejemplar en ella, una mujer que ha superado obstáculos y enfrentado sagazmente todo tipo de miedos e inseguridades.

Hay al comienzo de su llegada a la capital, constantes comentarios de timidez e inseguridad en público: “a mí, que me temblaban las piernas y perdía los estribos cuando tenía que hacer algo frente a un público”(7); “Cada vez que debía articular una frase se me apretaba el pecho”(10). Esa narradora en primera persona, poco a poco se liberará de aquella campesina asustada que llega a la universidad, la que decía: “De empujar mi palabra, ‘yo’, de alzar la mano y dirigirme hacia el frente, no habría una persona de las reunidas alli que no se echara a reir”(36).  Es el ‘yo’ ocupado en otras aventuras del conocimiento que deja de estar pendiente de la opinión ajena y entra en el protagonismo pensante.

En este camino de aprendizaje hay dos momentos claros, que se pueden equiparar a lo que Julia Kristeva ha señalado como dos generaciones del Feminismo: ella habla de una primera generación que articula una ‘lógica de la identificación’ con valores que no son ideológicos sino más bien lógicos y ontológicos con relación a la racionalidad dominante de la nación y el estado (ver Kristeva 27). Leemos en la novela: “me acomete la sensacion de que voy siendo parte de algo más grande y desconocido, lo que tampoco me será fácil comprender, o no me corresponde llegar a visibilizarlo”(40). La protagonista está encaminada por programas y dirigentes aunque sin entender todavía la dimensión de lo que aprende. Considera y trabaja con disciplina y obediencia a pesar de quedarse sin respuestas ante requerimientos que le hacen los diversos grupos:  “Si no cumplo bien los compromisos contraídos, la historia se ha de encargar de castigarme”(44). Como señala Kristeva, es innecesario enumerar todos los beneficios que esta “lógica de la identificación” y el espíritu de protesta le ofrece a las mujeres (27). Poco a poco y gracias al empeño con que se dedica a todos los aspectos de la vida universitaria, ya sean académicos o de los grupos estudiantiles, es reconocida por los que están más altos en la escala jerárquica, empujándola a cumplir con más severidad con sus obligaciones. El tesón que pone en todo lo que realiza para sentirse identificada con el grupo, la distrae en un comienzo para entender que es  manipulada por sus cabecillas, indoctrinada en los cursillos, enajenada de sí. Estas actividades grupales le van desdibujando su ‘yo’, cancelando su persona y la amenazan hasta con volverla un ‘no-yo’, lo que traduce en imágenes visibles:

Después de las seis semanas que duró el cursillo yo me miraba y me miraba al espejo, bajo la sugestión de que mi figura se perdía en la transparencia del vidrio, y con éste, una rara y pétrea cosa se volvía. Me acometía la certeza de estar borrándome. Mi cuerpo era una recuadro vacío…. (Charamicos 67)

El cuerpo, la figura, el ‘yo’ se le desdibuja cuando pierde el espacio y el tiempo de pensar por sí misma. “Esto era como pasar del ámbito visible al incógnito mundo de los canelos”(91). Aceptar ser invisible, la espanta, pero a la vez le asusta salirse de su nueva persona: “Creo que ese óvalo de cemento es mi rostro. Me salgo de registro. Esta es una sensación metafísica que debo desechar”(211). Sumado a su invisibilidad, el tiempo no le pertenece: “Ahora no tengo un minuto para reflexionar. “Mi ocupación […] no me deja un respiro”(134).  En las reuniones clandestinas necesita, además, otro nombre sólo para la organización: “Escribía Yolanda, mi seudónimo, y al mirarme al espejo registraba en mis ojos una ambigua emoción, entre el decaimiento y la euforia”(92). Ese estado liminal entre sentirse ella y otra, entre la alegría de haber logrado ser parte del grupo, y el abatimiento de estarse perdiendo en los pensamientos de otros, marcan el momento de crisis, que la lleva a comparar el examen de conciencia que le piden sus compañeros de grupo izquierdista y el examen de conciencia de las prácticas cristianas. Es interesante el constante recurrir a sus viejas prácticas religiosas, a pesar del esfuerzo por corresponder a las enseñanzas poderosas de sus compañeros: “mis propias debilidades me hicieron regresar a Dios”(167).

A través de la primera persona de narradora se constata el dato de aprendizaje académico, las lecturas que le exige hacer la participación en los grupos subversivos de los estudiantes universitarios, ya sea de escritos famosos o de periódicos locales, nacionales o internacionales, lo urbano.12 Tanto el recuento de las lecturas y los diversos tipos de escritura informan el archivo histórico que convoca desde la ficción. Todo aparece, hasta lo que quiere borronear y así lo presenta garabateado en las mismas páginas impresas del libro. 13

La segunda etapa del ‘yo’, coincide con la segunda generación que presentaba Julia Kristeva (27), en la que señalaba una profunda desconfianza de la vida política. La protagonista comprende que a pesar de su mucha devoción al cumplimiento “Hasta mí no llegaban informaciones importantes. Pude percatarme de ello e hilar, entre contradicciones y rumores, algunos granos de verdad”(146). Su cuestionamiento y dudas paulatinamente se vuelven más perentorias, y se manifiestan en muchos ejemplos de los que elijo algunos: “me dio con pensar en que la revolución era algo muy enredado”(152); “A pesar del aplomo de sus disertaciones, la nueva democracia y sus derivados me huelen a ensalmo. –Si los camaradas se enteran de mis pensamientos….- pero hay que  perdonarme  pues yo deseo poseer convencimiento”(135). El afán por el convencimiento que da el saber traspasa la voz narrativa, lo que le otorga un sentido crítico capaz de abarcar la época y ser su narradora: “Los estudiantes de la Universidad estatal y de las escuelas secundarias, bajo orientaciones dispares, luchan a brazo partido, como solo puede hacerse siendo joven.  Ellos no necesitan saber ni entender todo para lanzarse y aportar sus pechos […] Lo que vibra allí es un ancestral hambre de libertad”(177).

En esta segunda fase, se busca un lenguaje para las experiencias corpóreas e intersubjetivas, silenciadas por la cultura previa. Desde temprano en su historia entiende: “vivo diariamente la clara sensación de que por debajo o por encima del mundo palpable y sonoro, hay un mundo latente, fragoso”(84). Da énfasis, además a la fuerza creciente de su ser:  “Una pasión quema los blandos y azulosos bordes de mi alma. Podrían cortar mi cuerpo en pedazos. Yo seguiría ardiendo, vida testaruda” (Charamicos 230). Como escritora, explora la dinámica de los signos, al menos en algún nivel de sus intenciones, tales exploraciones se comparan a los más ambiciosos proyectos religiosos o políticos. En este afán, reconoce una singularidad irreducible y autosuficiente del ser mujer, que a la par es multifacética, fluída. “Estaba aturdida. Pretendía hervir de indignación, pero era una súbita conciencia de dislocamiento lo que reinaba en mí.”(252). El cambio evoluciona al tener ‘conciencia de dislocamiento’, en ese abrirse en otro, en otras, ser y no-ser. “El malestar iba a cualquier lado. Eso es, a cualquier lado. Era un sinsentido”(252).

El ‘yo’ narrador se ve lanzado a este momento siguiente y necesario de su aprendizaje y desarrollo, por un problema que trastorna sus límites, y contribuye a tal mutación: el prendimiento carcelario de Ercira. Tal evento rompe el tiempo lineal que la comunicaba a través de proyecciones y demandas con sus obligaciones académicas, y especialmente con las responsabilidades de miembro destacado de un movimiento de lucha estudiantil. Optar por ayudar a Ercira en la cárcel, sin  atender los reclamos de los dirigentes disidentes, además de postergar la búsqueda de su padre, quien había desaparecido de su vida desde que era una niña, son muestras de su autosuficiencia como mujer de criterio y pensamiento propio.

“Poética del palimsesto”: capítulos titulados

Por la raya imprecisa me dejo deambular

Súbito soplo plasma la realidad

la irrealidad

Alicornio, Angela Hernández

Ercira, cuyo nombre probablemente viene de Sagrario Ercira Díaz,14 es el objeto de observación de un narrador, en la mayoría de los capítulos titulados, poéticamente titulados, que aproximan datos ficticios y también históricos a la mirada de cerca, al ojo de  la cámara capaz de mostrar el centro de lo más íntimo.

Me interesa la “poética del palimpsesto” para leer la representación que hace el improbable voyeur narrador de los espacios privados de carácter histórico o no, que la voz de diversos narradores expone en cada capítulo. La “poética del palimpsesto”, como la bautizara Juan Armando Epple, “es una forma de escritura que sirve para asediar la historia sin perder pie en la tierra rumorosa y nutricia de la ficción. En la poética del palimpsesto suceden varias cosas. En primer lugar, hay una doble función de las palabras, de modo que enfocando un acontecimiento, o una serie de hechos acaecidos hace muchos años, en virtud de esta doble función, el discurso opera un salto hacia la contemporaneidad del narrador”(Manns 232).

Cada uno de los veintisiete capítulos titulados se enfoca en un acaecer relacionado con Ercira, su infancia, su familia, el padre Erasmo Amir, su relación con Hormelo, la tortura, sus habilidades, sus fortaleza, su estatura mítica. A diferencia de la historia de Trinidad que fluye en un cierto orden cronológico, la de Ercira se presenta en un tramado de relaciones entre pasado y presente; el entrecruzamiento de las historias de las estudiantes disloca tanto el acto de escritura como el de lectura. Un tejido de hilos diversos arma con indicios históricos y destellos poéticos, el rompecabeza de el personaje de Ercira, tan complejo, versión complementaria del personaje de Trinidad. Todo lo que ésta no logra abarcar en su vida campesina, aflora en la violencia de lo cotidiano y en la personalidad colmada de interrogantes y fiereza que protagoniza Ercira. Ella es la otra, la cara ejemplar y a la par suplementaria de la transfromación de Trinidad: “Ercira me arrastró por una mano, le quitó una bandera a un estudiante y me la entregó a mí”(7).  Intercalar los fragmentos de la vida de Ercira en la escritura de la memoria seudo-autobiográfica, es un modo de intervenir, interferir y cuestionar la historia oficial: “jóvenes […] en disposicion de hacer historia, de hacer justicia, son dignos de ser soñados”(13). Al no tener un señalado referente histórico, su personaje alcanza una dimensión que sobrepasa el sino de una sola vida: “¿Esta es la vida? ¿Sólo esto es la vida?[…] ¿Esto es todo cuanto es la vida? En esa interrogación tu espíritu prosperaba a la manera del guayacán y de la flor del maguey”(154).

El ‘tú’, que sin duda hace referencia a Ercira, es una herramienta poderosa en la construcción del narrador voyeur, que se afirma como testigo, con autoridad que la reconstruye y permite verla en su complejidad y crecimiento: “Inteligencia y rabia impregnaban tu arisco carácter”(42); ”No era la tuya una típica crisis de pubertad, sino una pugna entre la reciedumbre de lo posible, solo intuido, y la hostilidad de lo inmediato; y en medio el torrente de tu naturaleza”(43); “Yo pacientemente te convencería de que ese estado del alma no era signo de anormalidad”(43); “Dentro de ti, fluían ríos disidentes”(181); “Tu espíritu conectacon el trastorno reinante”(186). La capacidad para desconocer el dolor que le infligen durante las torturas, ya sea el padre, como los esbirros de Balaguer en la prisión, se adelanta en los primeros capítulos: “frente a la espinosa mata de javilla te prometiste que jamás en tu vida botarías una lágrima , aunque te cortaran las carnes tira a tira (58).

Desde la mirada ajena, pero cercana, aunque sea narrada en tercera persona, se arma una protagonista a la altura de la Historia. Se trama la figura de una esposa del calibre de la figura heroica de Hormelo y se erige la contracara de la mujer infiltrada y traicionera que representa el personaje de Minda Silveira: “esa mujer  creaba inquietud a los camaradas, viejos y jóvenes. No sabría explicar  el origen de la inquietud, tal vez se debía a que era portadora del peligro disociador de la liberación femenina, que ya se sabe es puro libertinaje”(158); “Que Minda Silveira es agente de la CIA lo sabemos de fuente segura”(343).15 Uno de los capítulos titulados, “Dejarse encantar” está dedicado a la pareja hecha por Ercira y Silveira en una demostración de la fortaleza y destreza física que despliegan al luchar (deportivamente hablando) en la falda ripiosa del monte, dejando sentadas su  agilidad y astucia bélica (160).

La más contundente fortaleza de Ercira incidiendo en la historia, es un discurso de Balaguer, supuestamente dicho para ingresarla y absorberla  a la magnanimidad del poder, después de haber sido víctima de sus torturadores  y precisamente cuando se vuelve intocable por el amparo de  los derechos humanos internacionales.

Es muy hábil el juego de palimsesto que realiza la narradora, para engrandecer al personaje de Ercira en su dimensión no sólo histórica sino mítica:

El Presidente Joaquín Balaguer, nada menos que en su alocución del 16 de agosto, le ha dedicado un melifluo elogio:

“Esa filomela nativa, escultura viviente de guayacán sureño, teñida con el sublime mar Caribe, acuna el lánguido temblor de la inmortalidad en sus estrelladas pupilas juveniles . . . Ercira Sánchez no debe ser tocada ni con el pétalo de una rosa por ningún incontroblable de la derecha ni tampoco de la extrema izquierda”

Se dice que es una treta irresistible del mandatario frente a opositores que amenazan con robarse el corazón popular. (Charamicos 347)

Integrar el discurso fechado del mandatario histórico al suceder de un personaje ficticio, desdibuja los lindes de la historia y la ficción, engrandeciendo en el personaje a tantas mujeres invisibles que soportaron las mismas violencias de los Agramontes (nombre del padre de Ercira) y de los “Intelectuales”, “engendro de astucia represiva”(196).16

Esta manera de trazar un personaje tan singular y a la par tan abarcador de experiencias de una época, es un modo más de convocar en pocos personajes toda una generación de jóvenes universitarios además de una fuerza de cambio social que reflejara en lo genérico: “A su tiempo Ercira, lo supe. En ti el baile no era fiesta, sino contracción del vacío, pronunciamiento de naturaleza. Mil espectros andaban por tu huesos”(21); “Un milenio de fantasmas ardían por tus huesos”(153). Ercira es ella, sus fantasmas y sus espectros, pasados y futuros. Desde el paulatino engrandecimiento que sus acciones provocan, el ‘voyeur’ le dice: “Sabes que no estás sola. Hay nexos silenciosos, entibiándose como larvas de abeja en el panal soleado. Acciones y procesos sin suficiente coordinación pero movidos por el mismo espíritu que busca respirar a sus anchas”(177).  Los nexos históricos en la novela se dan, obviamente por el discurso en que Balaguer (supuestamente) la nombra y por su relación con Hormelo, quien “la empujaba hacia la historia, a arrojarse con él, en él”(207). Estos dos polos tan dispares en fuerzas concretas, Joaquín Balaguer y Amaury Germán Aristy, ponderan sus sitiales en la Historia, gracias al personaje de Ercira. A través de ambas figuras históricas se afirma la figura que representa a tantos otros olvidados por la Historia.

En la coyuntura que se abre en el tramado tejido por los dos tipos de capítulos, crece un sinnúmero de historias reconocidas por el pueblo y la historia oficial misma, como Mamá Tingó (52), las hermanas Mirabal (283), Manuela, nombre real de la madre de Amaury Germán Aristy, jefe de “Los Palmeros”, por nombrar las más famosas. Mamá Tingó es un símbolo de la lucha por la tierra y un ejemplo de la mujer rural en la defensa de los derechos del campesinado en toda América Latina y el Caribe, las hermanas Mirabal marcadas por la persecucion y la injusticia que las lleva a la muerte, Manuela Aristy, hasta hoy lucha por el monumento a su hijo, a quien apoyó incondicionalmente (ver entrevistas de Vianco Martínez). Junto a estas figuras surgen las historias de mujeres de todas las edades  y estatus social, que representan y vigorizan los datos típicos y más convencionales que acarrea contra ellas y los desprotegidos la sociedad patriarcal, figuras de madre como Eleonora, Guillermina, Fidelina; maestras, activistas, niñas paupérimas que ya saben vivir negando para afirmar.

El lenguaje: “deriva quien sabe e integra el que puede”(10)

Si nos detenemos en la discursividad de la novela Charamicos, discursividad histórica y ficcional, podremos confrontarla con los datos temáticos de los intensos sucesos históricos de los Doce Años de Balaguer,17 pero a través de estrategias retóricas sería posible delínear otros modos de significación ideológica. Al asumir residuos de la memoria cultural mezclando discursos de saberes prestigiados con fragmentos de historias orales de vida, con falsos personajes históricos, junto a hechos históricamente constatables, se logra un discurso de integración y amalgama. Se juega y no se confía en las oposiciones sémicas, ya sean las posiciones jerárquicas dentro de la familia (Agramonte-Ercira),  del grupo estudiantil (Peñaló-Trinidad); lo culto y lo popular (se da en innumerables ejemplos en la novela, ya sea por peloteros, creencias campesinas, curas semi mágicas, música, la rondalla universitaria o el perico ripiao, etc.), ni lo campesino y lo urbano, ni lo masculino y lo femenino. Estos opuestos tradicionales se desdibujan en la escritura de la novela, y ambos polos son intercambiables. El discurso literario se hace subrepticiamente subversivo cuando las jerarquías que mantienen y avalan una ‘forma de ser’ nacional, o un modo de vida asentado en el consenso de lo ‘inamovible’, se ven amenazadas. La subversión surge al desconocer el discurso, la estabilidad asentada de tales oposiciones. Desde dentro del texto, y desde los márgenes de su escritura aflora una cara inquietante histórica, política y literaria.

Este tipo de desmantelamiento sutil que presenta Charamicos, no desconoce las marcas discursivas de los mitos dominicanos de otras épocas, pero en la elección de qué mencionar, cómo referirlos, se abren las propuestas de cómo hacer accesibles aquellos momentos históricos borrosos y al borde del olvido. Por ejemplo, se hace referencia a la gran figura histórica de Enriquillo a través de El Padre Las Casas, pero no se menciona la novela histórica de Manuel de Jesús Galván, y al inventar una historia para el nombre de ‘Ciguayos’, Hormelo explica por qué prefirió tal nombre al de Enriquillo (Charamicos 220). Otro ejemplo: se retrotrae la figura de Liborio a los sucesos de Palma Sola, donde mueren emboscados muchos de sus fervientes seguidores. Si se pregunta qué hacer con los recursos de los grandes textos que preceden  al suyo o qué hacer con el ‘mensaje’ ya canónico, se puede decir que tanto Enriquillo, como Liborio y en la novela Hormelo (Amaury Germán Aristy en la vida real) como entes hitóricos y literarios son desde la voz de mujer, enigmas a resolver, porque están todavía vivos y pueden alertar comportamientos genéricos y cambiar actitudes desde las políticas a las estéticas.

Así, la narración desde sus dos protagonistas mujeres ficticias no insiste en hacer de lo político su tema, se inclina más bien a inscribir lo político en su escritura.  El cambiar los nombres y algunas situaciones históricas, que podría ser propio de literatura de trasfondo alusivo o alegórico, escrita en épocas dictatoriales, es en esta novela más bien un intento de articular la historia todavía no dicha, la que está diluyéndose en la velocidad del olvido. La ficción, con sus personajes y eventos, se pone en contacto con la zona del documento histórico dirimido en seudónimos, creando correspondencia e igualdad de rangos.  Tanto el discurso de lo más cotidiano como el oculto se equiparan, provocando que el enigma tras el texto funcione en dos direcciones, retando al desplazamiento de la escritura y de la lectura: así, o pueden dejarse los códigos subyacentes sin decodificar o se puede lanzar preguntas que provoquen tantas respuestas como se pueda o se atreva a aceptar. Como ya lo ha señalado Rita de Maeseneer, “en esta extraña mezcla de lo excéntrico y lo cotidiano reside la fuerza de muchos textos de Ángela Hernández” (141).

Porque no cede la novela en voz de mujer, ante los discursos hegemónicos que invocan reconciliaciones o favorecen el olvido; su escritura más bien trasluce el efecto de novela histórica como texto que regresa al pasado para hablar del presente. Aún más, desplegar memorias culturales como contra-narrativas es otro modo de alcanzar a los muertos, a los olvidados, a los que sufrieron, y reconocer la relación que une el presente a ese pasado para posibilitar un futuro diferente. La novela puede considerarse el rescate de una época, de unos jóvenes para quienes “la vida, intacta aún en sus contenidos, la vida con su factor salvaje, la vida sedienta de conocimientos sobre sí misma, la vida con sus genes justicieros… les hace sublevarse, y lo de menos son las  palabras y los credos ideológicos. Lo que vibra allí es un ancestral aire de libertad…”(Charamicos 177), también es una esperanza de presente y de futuro para una juventud pensante, que reflejada en las dos protagonistas mujeres, valientes, inteligentes y campesinas, logran una educación gracias a la existencia del histórico Movimiento Renovador. El futuro está en Arelis, la niña huérfana, a quien Trinidad adopta y trae a vivir con ella en la gran ciudad.  Arelis se expresa en negativo para enunciar lo que desea: “¡Tú no me vas a comprar una tambora. Yo no quiero una tambora!”(350). En ese instrumento, en esa música que tocarán a dúo, en ese educación que le espera a Arelis, se concreta, se figura un futuro esperanzador para la mujer de todas partes del país.

Notas

1 Ver  Rosell, Sara, La novela de escritoras dominicanas de 1990 a 2007(46-48); Montas, Lucía, “Charamicos: bildungsroman femenino o aprendizaje político a través de la memoria histórica”; Rodríguez, Néstor, “Charamicos de Angela Hernández”; Zakrzewski Brown, Isabel Teresa, “Through the Looking Glass:  Reflections of the Trujillo and Balaguer Regimes in  Angela Hernández’  Mudanza de los sentidos and Charamicos”.  Conference on  Caribbean Culture and Literature. Milwaukee.  October 2004.

2En una entrevista de diciembre de 2003, en El Caribedigital.com, la autora elaboró sobre este tema: “La historia, en esta novela, es una atmósfera de época, un sabor en el aire, un movimiento de arrastre y aceleración que eleva y tritura a la vez a los personajes más expuestos. Este tiempo histórico, en singular, contiene el discurrir del “viento frío” (de la postguerra, de Balaguer, militares y parapoliciales), la perversión, el encierro y también el heroísmo y la honestidad. Telón de fondo y hechizo candente sobre los destinos particulares.”

3 El uso de ‘charamicos’ para titular la novela, lo explica la autora de este modo:  “Me gusta la palabra en sí, charamicos, un dominicanismo. Nombra a las ramas finas y secas ideales para encender el fuego, pero no para mantenerlo. La generación del setenta ardió y se consumió con rapidez.”(“Entrevista”). El Diccionario de Americanismos dice: RD. “Leña menuda, conjunto de ramas secas para hacer fuego”(494).

4  El Movimiento Renovador parió una nueva universidad, avanzada por sus principios, entre los que se destacan: democracia, puertas abiertas sin ningún tipo de discriminación, autonomía plena, co-gobierno, pluralidad política, libertad de cátedra, solidaridad, defensa de los derechos humanos, entre otros. Estas reivindicaciones fueron recogidas y aprobadas en el Estatuto Orgánico, aprobado en el 1966 por el Claustro Universitario en 18 rondas sucesivas.

5 “Ercira se confundirá con la historia. Mi frente no está hechizada. Yo no soy histórica. Lo que, en sí, no es una dicha, tampoco una fatalidad” (mis itálicas Charamicos 350).

6 “Cero-once era lo mismo que decir, le sale el verde por encima de la ropa…le sale el campo por los ojos, huele a mierda de vaca….es una burra”(Charamicos 10).

7 Abunda la presencia de frases hechas, ya sea de tendencia político-ideológica [“con espíritu de sacrificio” (12)”simbolo acrisolado de la juventud dominicana (12) “la corrupta sociedad” (13) “el problema fundamental”(15)”el oportunismo” (15) “fruto del desbordamiento de las pasiones”(25)”Seamos realistas, hagamos lo imposible”(66) “la nueva democracia.”135)” etc.] mezcladas con frases populares [“en lo que pestaña un pollo”(144) “menos importante que un palo de escoba”(145)etc.].  A la par constantemente Trinidad se enfrenta al diccionario para aclararse tantos términos que le trae su vida urbana y universitaria: : “A partir de ahí, iba anotando en un cuaderno las ideas que se me ocurrían”(38) “me pongo como terca a averiguar el significado de los siguientes conceptos:…”(41)”Buscar en el diccionario…”(46)”como disciplinada que era, me esforzaba en anotar el meollo de las exposiciones”(67) “Riesgoso, esto de tener tantos datos aglutinados en el cerebro”(83).”Escucho, escribo las consignas basicas”(84).

8 Dos son los momentos históricos más frecuentemente mencionados en la novela: los escritos del Padre Las Casas y su gesta contra las injusticias, y las bondades y persecuciones de Oliborio o Liborio, como tambien se lo llamaba.  Ambos tiene relación directa con aspectos religiosos, invasiones extranjeras al suelo dominicano, persecuciones y creación de mitos nacionales.

9 No he encontrado muchos datos en libros de historia, que hagan referencia a los doce años de Balaguer y la represión contra los universitarios de la UASD. EL recuento más informativo sobre los mandos militares y sus luchas internas, la actuación del Frente Joven Democrático Anticomunista y Antiterrorista (La Banda Colorá) y su efecto en las relaciones de Balaguer con los EE.UU. en Balaguer and the Dominican Military. Presidential Control of the Factional Officer Corps in the 1969s and 1970s de Brian J.Bosch, en The Dominican Republic. A National History (ver p 392) de Frank Moya Pons, y en Historia Dominicana (ver p 303) de Jaime de Jesús Domínguez. En estos dos últimos libros de historia  el recuento de la lucha del gobierno de Balaguer contra los grupos universitarios, se redude a unos pocos párrafos, prestando más atención al éxito económico del país y a los partidos políticos del momento.

10 En “Alótropos” cuento de la autora en el libro del mismo nombre, el personaje principal dice :”Sigue estando el Otro en mí” (49).  Por esta razón título así este segmento de mi análisis, además del significado mismo de la palabra ‘alotropías’.

11 Sin duda hay detalles autobiográficos en la novela, pero también una voluntad de que ese ‘yo’ funcione como personaje de ficción: “Estudié en la UASD en los setenta. Participé y conocí en lo posible uno de los mundos que allí sucedían (había otro mundo subterráneo, impalpable).”(Entrevista con el periódico El Caribe, Diciembre 2003)

12  A través de la novela aparecen numerosas lecturas de formación ideológica, por ejemplo, ver página 135.

13 Ver Charamicos páginas 67, 185, 202, 223, 244-45

14 Sagrario Ercira Díaz murió asesinada por el ejército, en Santo Domingo el 14 de abril de 1972 a los 25 años de edad, en un ametrallamiento a estudiantes en el campus de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). A su entierro fueron más de cincuenta mil personas. Se la considera mártir del Gobierno de los Doce años de Balaguer.

15 El número y nombres de agentes infiltrados de la CIA en los movimientos políticos de la época, siguen siendo motivo de interés, preocupación y estudio, como puede verse en un reciente artículo “La CIA y el MPD” de Freddy Aguasvivas. http://www.hoy.com.do/investigacion/2011/2/13/362177 13 Febrero 2011.

16  No sé con certeza, si el nombre de “Los Intelectuales” es histórico, o el nombre con que este grupo histórico y represivo aparece en la novela. Ver el capítulo “Los intelectuales” (pp195-199), en el que se ofrece un recuento de memorial histórico sobre este “cerebro del M-1 (Departamento de contrainteligencia de la Fuerza Aérea) y del G-2 (Departamento de contrainteligencia del Ejército)”(Charamicos 196).

17 “[…] como historia sólo pueden interpretarla los que vivieron o investigaron ese agitado y doloroso periodo del acontecer reciente porque la distinguida escritora cambió casi todos los nombres de víctimas, héroes, dirigentes, militantes, asesinos, agentes, informantes, infiltrados, espías, sacerdotes de base, oficiales y agentes policiales. Lo que relata con claridad pormenorizada, reveladora, son los hechos” (Peña).

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