POR JOSÉ C. NOVAS.
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Toda experiencia pretérita se graba en la memoria de quien la vive y se guarda allí como una reserva. En la niñez se experimentan situaciones que con el transcurrir del tiempo forman parte de tí hasta el final de tus días. Confieso que guardo las mías son muchas y me permito compartir algunas de ellas, con la intención darles un recuerdo refrescante, que sirva de tónico al embate de noticias que nos asaltan a través de los medios del presente, que a mi juicio, verdaderas fuentes de estrés y depresión.
Ojalá mi relato suene como melodias de violines en manos virtuosas y llegue a los oídos de los me honran leyendo mis escritos. Confieso que haré un paseo de regreso en el tiempo, hacia finales de los años cincuenta, la década de los sesenta y principio de los setenta, cuando pasé de la niñez a la juventud. Se trata de un ejercicio mental para recordar lo que era el parque Independencia en la ciudad de Santo Domingo como espacio urbano y su entorno en aquellos días. Sé que no es posible citarlo todo, pero haré un esfuerzo para retraer con nostalgia esos días que guardo en mis recuerdos. Conservo la imagen del parque Independencia como un espacio abierto, sin verjas y de acceso libre, lleno de árboles, entre ellos un enorme laurel al borde de la avenida Independencia que daba sombra hasta la esquina de la calle Estrelleta. Aquel espacio público lucia como un paraíso de sombras, con gran número de bancos de metal para el esparcimiento; allí acudía gente de todas las clases sociales, unos a conversar o a leer periódicos, otros a brillar sus zapatos, algunos a piropear las mujeres que cruzaban, algunos a encuentros amorosos o a distraer su propio mundo. A pesar de los vaivenes de la política y los problemas sociales de la época, contrario a nuestros días, no había en la zona los niveles de preocupación por la seguridad, la delincuencia era casi nula. Aquel lugar, espacio sagrado, para la nación porque alli se encuentra el Baluarte del Conde, símbolo del amor a la libertad. Tenía el entorno del parque las características urbanas muy bien definidas, que ahora me permito recrear como las recuerdo. En día regular se podía observar allí gran número de parroquianos sentados en sus bancos y en el entorno había una sustancial actividad comercial. Por el lado de la avenida Independencia, frente al viejo cementerio, había una estación de gasolina Texaco, que además de expendio de combustible, servía de base o parada a una linea de tansporte hacia los pueblos del sur y tenia un taller de mecánica. A poca distancia en la esquina Estrelleta se alineaban decenas de vehiculos públicos a la espera de viajeros hacia las ciudades de San Cristóbal y Bani. Donde existe hoy la iglesia San Pío X, hubo un edificio donde operaba la oficina administrativa de la Lotería Nacional antes de mudarse a la Feria. Abundaban en la esquina Estrelleta con Independencia los vendedores de dulces, frío frío, frituras, y frutos maduros. Entre la Estrelleta y la calle Pina operaban la cafetería “Dumbo”, el restaurante de Meng el Chino, la tienda de útiles deportivos Luis Felipe Pérez y una barbería que no recuerdo el nombre. Entre la calle Pina y la calle Palo Hincado fue instalado el Colmado “Casa Pérez”, uno de los pioneros en las ventas al estilo de supermercado en el país. Al lado estaba el comedor Independencia. Al doblar en la esquina de la calle Palo Hincado, en dirección a la avenida del Conde, dominaban la Academia “Miss Key” y la “Cafetería Paco”, que aún existe y tenía carácter “sui generis”: abría las 24 horas del día, no tenía puertas, su propietario era un ciudadano español residente en la capital. Al cruzar la acera, frente a la cafetería Paco estaba la Ferretería “El Candado”. Al lado de ésta, la tienda “La Siragusa” que vendía útiles para tejer y bordar; en la esquina opuesta, o sea al borde de la calle Las Mercedes, operaba un local la empresa licorera de Cochón Calvo y Compañía. Entre las esquinas formadas por las calles Palo Hincado y Las Mercedes hasta la 16 de Agosto fue instalado el restaurante “Mario”, negocio de grata recordación para muchos por la calidad de sus comidas. Al lado del Mario, estaba la “Farmacia Esmeralda” y muy cerca de ésta, el local de la empresa “Curacao Trading Company”, distribuidora de enseres domésticos y aparatos eléctricos. En la segunda planta de esa hilera estuvo el local del partido Unión Cívica Nacional y luego se instaló allí el Partido Revolucionario Social Cristiano (PRSC). Al cruzar la acera de la esquina donde se formada una cuchilla por las calles 16 de Agosto y la 30 de Marzo estaba el afamado “Hotel Presidente”. Este lugar era un icono en el capital y allí nacieron miles de anécdotas pues era preferido como hospedaje por comerciantes, políticos y viajeros que llegaban del interior del país, y en su entrono, por las noches eran frecuentes las llamadas “mariposas nocturnas”, como llamaban a las prostitutas. De la 30 de Marzo hacia donde inicia la avenida “Bolivar” estaba la “Pizería Sorrento”, una de las pioneras y mas populares de la capital; desde la curba de la avenida Bolivar hacia la estación de gasolina “Texaco”, dos cosas resaltaban, uno era el Club Libanés-Sirio-Palestino y otro era el teatro “Independencia”. Esas eran las cosas que bordeaban el parque desde mis recuerdos y la idea de escribir ésta reseña surgió recientemente en una conversación que sostuve con el amigo Marcial Romero, gloria del baloncesto criollo, quien además contribuyó con algunos de los datos. Pero eso no era todo, en la Palo Hincado y a pocos pasos del parque, estaban las estaciones radiales Onda Musical, con la voz del inigualable locutor Héctor Méndez, que era como su sello de distinción y por el lado opuesto, en dirección hacia los bomberos, operaba Radio Guarachita, con la inconfundible voz de Radhamés Aracena, este locutor no dejaba dudas de su popularidad a lo largo del país y todavía es ícono en la historia del negocio de la radio dominicana. A menos de una cuadra del parque Independencia, en la calle del Conde habían otros negocios notables, como fueron tienda “La Margarita”, el “Salon Mozart” y la distribuidora de discos “La Guarachita”; en la avenida Bolivar a corta distancia estaba la Ferretería Read, hacia la Emilio Prud’homme la Casa Corripio y la distribuidora de autos Alfa Romeo de Guillermo Risk; en la Padre Billini funcionaba la heladería Capri. Y si usted amigo lector recuerda lo que se le quedó a este humilde apasionado, por favor, móntese al tren y haga el aporte con un comentario. En hora buena.
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