“El Sur…..Porciones inmensas de tierras aridas cubiertas de espinas, en donde hasta el rumor del aire se hace imperceptible para que sea más ardiente el sol de la canícula; en donde la piedra del camino quema como una braza; en donde una malla de zarzales cierra el paso al caminante, son escenarios trágicos de la lucha por la existencia, y de cuyo acervo surgen tipos del optimismo de Rodó, que han de sembrar sobre granito, y que han de sacar trigo fresco de la candente fragua que funde el hierro del arado y embota el filo de la azada”.
Rafael Damirón
Podemos afirmar que la región Suroeste es la zona geográfica del país en que los poblados son más jóvenes. A diferencia de las demás regiones, que algunos de sus pueblos datan de los primeros años de la etapa colonial, en el territorio de referencia los poblamientos fueron más tardíos, principalmente por la concentración de los pocos grupos humanos de la época en lugares más cercanos a Santo Domingo.
Fundación de Barahona y Otros Pueblos.
Por Welnel Darío Féliz
El valle de Neiba, con todo y su río Yaque, cuya cuenca sustenta la vida, la sal de la sierra Bahoruco y la bahía con su abundancia de pescados, durante más de un siglo no fueron suficientes para atraer habitantes que fundaran poblaciones permanentes; tampoco motivó al gobierno colonial, quien veía en tales posibles movimientos humanos un problema, más que una necesidad. La erección de poblados y caseríos permanentes debió el siglo XVIII.
Nuestro trabajo analiza el suroeste del siglo XVIII y XIX, teniendo como objetivos explicar la erección del la ciudad Barahona y otros pueblos situados en el valle de Neiba y en las estribaciones de la sierra del Bahoruco. Analizando las causas y consecuencias de estos poblamientos.
1. Poblamiento y Formación del Pueblo Barahona
Hace más de 140 años que la fundación del pueblo Barahona es motivo de discusión. En una fecha tan temprana como 1872, Samuel Hazard pudo recoger lo que entonces se apuntaba sobre la erección del poblado; este fue informado que Toussaint había empezado a establecer allí (bahía de Neiba W. F.) una importante ciudad cuando la llegada de los franceses puso fin a todos sus planes.
En un artículo publicado en el periódico El Esfuerzo, en su edición número 502, del 28 de mayo de 1933, José Altagracia Robert escribió: No conocemos con exactitud la fecha de su fundación (Barahona W. F.), lo que si nos atrevemos a afirmar es que dicha fundación data de los comienzos del siglo XIX. Años después, en 1953, en su obra Evolución Histórica de Barahona, le otorga un año concreto al establecer que tuvo sus comienzos en el siglo pasado, hacia el año 1802.
Por su parte, Vicente Tolentino Rojas trae la vieja información de Hazard, pero otorgándole un año definido, al afirmar que: En el año 1802 por órdenes del General Toussaint L’ouverture, comenzó la fundación de la villa de Barahona en el distrito de Azua. Tolentino fijó lo que podríamos llamar una “fundación oficial” a la villa y ello es lo que ha sido aceptado como tal por la mayoría de los barahoneros.
Desde entonces, los estudios sobre la fundación de Barahona se han diluido en ambas afirmaciones, sea recogiendo la opinión de Robert o la de Tolentino, o haciendo híbridos al respecto; pero ambas tratando de establecer su origen muy relacionado con la llegada del ejército francés en 1801.
Como observamos, lamentablemente el momento de la erección de esta hoy importante ciudad sureña se sustenta en “opiniones”. Pero lo cierto es que, lamentablemente, no existe documento alguno que sustente tal afirmación, tampoco es mencionado por historiadores haitianos, muchos de los cuales registraron los movimientos louverturianos en Santo Domingo. Si recurrimos a estudiar el desarrollo evolutivo de la villa en el siglo XIX, que se caracterizó por la indefinición y el desorden en la organización urbana, sin planos definidos, concluimos en que no existió ninguna decisión política que ordenada su establecimiento, siendo, al mismo tiempo, un indicativo de su surgimiento espontáneo.
Las opiniones que confieren la iniciativa de la fundación a Toussaint son realmente coherentes con una muy socorrida costumbre, que, como vimos, ya para 1872 era parte de la tradición oral de la región. Asimismo, tal decisión cabría dentro de la lógica económica y militar de la zona, pues Barahona era –y sigue siendo- el sitio más idóneo de la bahía para establecer un muelle, así como las estructuras que permitirían una óptima defensa del territorio.
Nos inclinamos a pensar que dada la importancia estratégica de la bahía de Neiba y el puerto de Barahona, la iniciativa estuvo dirigida a construir un fortín de defensa, el que, al parecer, ya sea durante su mandato en la parte Este o en los años posteriores, sí se construyó, estando en operación en 1844. En este último año, al iniciar la guerra de independencia dominicana, los haitianos se posicionaron en Barahona, erigiendo en baluarte al fuerte L’ouverture, el que fue solo limpiado y preparado, levantando otras obras defensivas en el litoral.
Con todo, para poder concluir con el poblamiento de Barahona hay necesariamente que realizar un análisis de las condiciones sociales, políticas y económicas de la región Suroeste a finales del siglo XVIII y su evolución durante toda esta centuria.
2. Los Movimientos Humanos en el Siglo XVIII
En los últimos años del siglo XVII se consolidó la posesión de la parte Oeste de la colonia española de Santo Domingo por los Franceses. Esta consolidación trajo consecuencias fundamentales para toda la región Suroeste del territorio, por lo menos desde el río Tábara hasta la laguna de Azuey.
Para comienzos del siglo XVIII comenzó el comercio de ganado con los franceses del centro y Sur de la colonia, a tal grado que hubo de intervenir la corona, aumentando la vigilancia en un número de 20 hombres de puesto en Guaba y Barranca de Cueto, 15 en el valle de San Juan y 15 en Neiba y Azua. Pero aun así, el comercio aumentó, siendo designado Francisco Mieses con la encomienda expresa de impedir el avance de los franceses y el comercio de los habitantes de la región con ellos, mandato que afectaba directamente a los vecinos de la villa de Compostela.
Este comercio, en realidad, era aun exiguo en el primer cuarto del siglo. Pero a partir de 1730, cuando advino la paz, este se intensificó, comenzando, al decir de Roberto Cassá, …una clara tendencia de recuperación económica de la parte española. Es precisamente en estos años, según Saint-Mery …cuando los españoles fundaron trabajos al oeste del río de Neiba, fundándose el pueblo de Neiba en 1735 y consigo varios hatos en toda la región, todos destinados a la producción de ganado bobino, porcino, caprino, ovino, mular y caballar.
Los hatos establecidos, como lugares principales de producción ganadera y agrícola, fueron varios, dentro de ellos: Cristóbal de la Sal, Peñón, Hato Viejo, Pesquería o Pescadería, Alpargatal, Fondo Negro, La Otra Banda, La Descubierta, Florida, Capitanejo, Cambronal, Mamón y otros, así como algunos sitios destinados a la producción agrícola, como Fundación, Rincón, El Montaso y otros; más tarde, hacia 1772 se erigió el Hato de Las Damas, en las riberas del río del mismo nombre, levantado por Cristóbal Pérez y María del Pulgar.
Durante todo el siglo la región vivió de este comercio y creció su número de habitantes. Para 1740 Neiba poseía …80 vecinos de armas, todos mulatos y negros libres y esclavos. Para 1760 el canónigo Vicente Pinazo levantó un censo parroquial, afirmando que las familias que vivían en el valle eran 104, con 693 personas, para un astronómico crecimiento demográfico de 27.85 por 1000. En 1782, veintidós años después, la cifra se elevó a 1, 427 personas, representando un crecimiento anual promedio de un 5%. La mayoría de estos vecinos se dedicaban a la actividad hatera.
Con las personas creció el ganado. La producción hatera tomó, por igual, un auge importante. Según el censo vacuno de 1744, Neiba poseía 5,550 cabezas de ganado, con un incremento anual de 1,446 unidades, en razón de 26.05 por 1000. En 1772, la cabaña ganadera alcanzó la suma de 9,000 cabezas, con un incremento anual de 1,590 unidades.
Conjuntamente con las actividades económicas descritas, por lo menos desde 1775 existió un nuevo comercio: los cortes de madera.
Pero este florecimiento económico impulsado principalmente por la ganadería iba a experimentar cambios radicales que trastocarían la vida social del dominicano. Lo inesperado surgió el 14 de agosto de 1791, cuando en el bosque Caimán, cerca de la habitación de Lenormand de Mézy, en el norte del país, explosionó un levantamiento masivo de esclavos en contra del sistema esclavista. Las luchas se sucedieron hasta 1804, cuando se proclamó la independencia del Oeste de la isla, con el nombre primigenio de Haití.
Todo este proceso social y los cambios políticos escenificados en la parte francesa trajeron consecuencias para los habitantes de la región, los que se vieron impulsados a una emigración interna hacia lugares que pudiesen generar mejores condiciones de vida, y la de otros, dedicarse a actividades económicas que les permitiesen la subsistencia. La madera, un interesante renglón que comenzaba a tomar auge, llamativa actividad no solo por su mínima inversión, sino por su fácil extracción, principalmente porque por entonces los troncos se ubicaban, en abundancia, en las orillas de los ríos y en las cercanías al mar, se convirtió en el comercio por excelencia a impulsar en los años siguientes.
Es precisamente en este contexto que situamos el poblamiento de Barahona. El sitio constituyó un lugar ideal, tanto para la explotación de maderas cercanas a la playa, como para el almacenaje de los troncos traslados por el río; era ciertamente un sitio en el que el movimiento marítimo se realizaba con facilidad. Constituía por igual, un lugar apto para asentamientos humanos: ríos, bosques cercanos y tierras fértiles aptas para labranza.
A partir de lo explicado, podemos concluir en que Barahona fue oficialmente fundado, sino el resultado de poblamientos humanos en un lugar definido y espacio de tiempo relativamente corto, comenzando a poblarse en los en los finales del siglo XVIII y comienzos del XIX.. Barahona fue entonces el producto de la movilidad social tras la búsqueda de las nuevas modalidades productivas y comerciales que permitieran la subsistencia del habitante sureño.
Es precisamente en ese período que se registran las referencias toponímicas y de habitabilidad de la zona.
Una de las primeras menciones sobre Barahona registradas en documentos la realizó el Arzobispo Fernando Portillo, en una carta fechada el 30 de junio de 1794, remitida al regente colonial Josef A. de Urizar; en ella le informaba sobre acciones de algunos individuos que aprisionaban hombres y mujeres de color, libres y esclavos, para venderlos a piratas que llegaban a la playa de Petit-Trou, Barahona y otras, forzando a los amos a retirar de sus conucos dejándolos perder con sus ganados y animales y a tener a sus negros a la vista y dentro de sus propias casas, sin atreverse a que salgan de noche y ni aun de día para traerles agua.
Sin bien que el arzobispo no señala la existencia del poblado, sí menciona que los traficantes desembarcaban en la playa de Petit-Trou y Barahona forzando a los amos a retirar de sus conucos a sus esclavos, en franca alusión a asentamientos existentes en la costa o cercanos a ella, en los que los traficantes realizaban sus ilícitas actividades con celeridad.
Asimismo, podemos confirmar poblamientos en los años indicados analizando las referencias genealógicas documentadas de los habitantes de la villa. El 9 de diciembre de 1875 Elías Ramírez, de 43 años y Juana Urbáez de 47 contrajeron nupcias, declarando en el acta matrimonial que el primero era hijo de Agustina Carrasco –ya difunta- y la segunda de Feliciana Urbáez, también fallecida, todos naturales del pueblo Barahona.
Un ejercicio simple nos permite acotar que Juana Urbáez había nacido en el año 1828 y si aplicamos la constante generacional aceptada –que puede marcar 20-30 años-podemos colegir que su madre –Feliciana Urbáez- nació en el sitio entre el año 1800 y 1810.
Aun con su formación en los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX, en la primera mitad de este último siglo el pueblo creció poco. Para 1825 no era común ni poblado extensivo donde pudieran hacer con la integridad debida el comercio, estándole prohibido el tráfico de productos y mercancías por el puerto, tanto de cabotaje como para el exterior.
En los registros territoriales levantados en 1839 por Just Tremeré en la común de Neyba y Azua, no figura como sección, tampoco el poblado es señalado en los mapas más conocidos de esta etapa, siendo ya consignado en la cartografía de 1858.
3. Erección de otros pueblos.
En los años en que se produjo la fundación de Neiba, en la década de 1730, varios hatos se establecieron y otros se repoblaron, tales fueron Cristóbal de la Sal y Pesquería, que habían sido despoblados en 1606; Alpargatal, Fondo Negro, Capitanejo, La Descubierta, Las Damas y Peñón. Todos estos hatos se convirtieron en pueblos, algunos de mucha incidencia regional, como Duvergé y Vicente Noble. Asimismo, los conucos de algunos y las áreas de pastos y movimientos de ganado de otros también se erigieron, como Cabral y Salinas. Por igual, como Barahona, el comercio maderero dio vida a otros sitios, como Enriquillo.
Podemos afirmar que Enriquillo es hijo de los cortes de maderas. Para la década de 1770 ya el puerto de Petit Trou era visitado constantemente por comerciantes extranjeros: compradores de maderas y traficantes de esclavos. Por entonces, el comercio era encabezado por Adriano Félix -poseedor de algunas tierras de la zona heredadas de su padre Juan Felix- quien practicaba regularmente el comercio o trueque maderero con el judío jamaiquino Joseph Gabay, a cambio de esclavos, harina, azúcar, café u otros productos, y, además, realizaba tratos con curazoleños, norteamericanos, franceses, holandeses e ingleses.
Adriano Felix creó las bases para un comercio maderero intensivo y productivo, estableciendo todo el engranaje de su funcionamiento: designó un administrador –José Payano-, empleó varias personas y adquirió materiales y equipos para el corte y traslado de los troncos –cuatro bueyes, un carretón y otras herramientas-, todo traído desde Jamaica.
Ya para el año 1800, su puerto era fondeado por embarcaciones francesas y españolas. Según el Informe de Pedrón, iban allí a cambiar telas y aguardiente, tafiá o ron, por carne y manteca que los cazadores y los montañeses les ofrecen.
Para poder comercializar, los habitantes de la zona tuvieron que erigir un poblado en las cercanías del puerto, el que se designó, como Barahona, con el topónimo del lugar. Enriquillo se convirtió en el lugar de la región que mayor cantidad de maderas aportó al comercio, existiendo cinco cortes en 1839.
Cabral, por su parte, posee una historia poblacional muy asociada a movimientos humanos de antiguos cimarrones y a los cortes de maderas.
Rincón fue uno de los pueblos surgidos en los finales del siglo XVIII, a la par con Barahona, impulsados por la economía de los cortes de maderas.
Este pueblo está enclavado entre las estribaciones al Este de la Sierra del Bahoruco y el río Yaque del Sur y la Laguna de Rincón, otrora completamente rodeado de todo tipo de árboles de caoba, guayacán y otras maderas de exportación; bañado por riachuelos y rodeado de tierra fértil, fuente esencial de alimentos agrícolas y acuáticos, provenientes de sus fuentes de agua dulce. Fue en sus orígenes, el sitio de conucos del hato Cristóbal de la Sal.
Rincón adquirió importancia capital en los primeros años del siglo XIX, pues mayormente con una topografía llana y las estribaciones de la sierra muy cercanas, tenía el privilegio de ser bañado por el Yaque, el cual sirvió para la botadura de la madera, hasta ser recogida en la desembocadura. Por ello atrajo comerciantes madereros exportadores, como el caso del comerciante azuano Pablo Altagracia Báez el cual se estableció esporádicamente en el lugar, comprando varias propiedades y realizando importantes transacciones comerciales. Para 1839 poseía tres cortes de maderas.
Para observar la importancia poblacional de Rincón en el siglo XIX basta ver la población de su villa en 1893: poseía 805 habitantes, solo 115 personas menos que Barahona, cabecera del distrito, la que poseía 920 habitantes.
Cabral experimentó un interesante flujo poblacional en la década de 1810-1820 que son la base de su cultura.
En las serranías, sitios del Maniel y Las Auyamas, convivían desde por lo menos 1720 una gran cantidad de antiguos esclavos provenientes algunos de la parte francesa y otros de la colonia española.
Para 1783 estos habitantes platearon al gobierno colonial español la posibilidad de integrarse a la vida social en algún lugar cercano a la villa de Neiba, en donde estarían vigilados por las autoridades españolas. Tal reducción se logró para finales de la década de 1790, fundando el pueblo de Los Naranjos, muy cercano al Hato Cristóbal de la Sal. Al poco tiempo de su establecimiento y reducción solicitaron el indulto al Rey español, el cual se dictó el 18 de diciembre de 1793. Para este último año el pueblo poseía más de 70 casas, capilla propia, ingenios y siembras abundantes que abastecían a los vecinos de Las Salinas y Cristóbal, sumando más de 125 personas.
En Los Naranjos, estos antiguos esclavos convivieron hasta 1796, cuando tras las noticias del tratado de Basilea, firmado 22 de julio de 1795, volvieron a la sierra, integrándose nuevamente al poblado en 1810, pero ya sumando 100 familias. Sin embargo, se toparon con otras realidades económicas y sociales, integrándose a la periferia de Rincón donde habían recibido tierras. Consideramos que estos habitantes formaron las poblaciones de Los Botaos y Tierra Blanca.
Conjuntamente con estos pueblos, principalmente a comienzo del siglo XIX, las poblaciones de Paradís, Trujín y Naranjal corresponden a esta etapa, todas detrás de la cría y del corte de Maderas.
Conclusiones
Las tradiciones del suroeste han mesclado siempre un sentimiento casi poético con la erección de sus pueblos. A Petit Trou le es atribuida su fundación a Tontón Chene; Barahona posee en su historiografía una etapa embrionaria, para poder establecer una “fundación oficial”, sin quitar méritos a habitantes de los hatos y caseríos cercanos –Peñón, Fundación, Pescadería, Cristóbal-; Rincón posee tres fechas de fundación: 1700, 1723 y 1795, todas atribuidas a un mismo personaje: Juan Féliz de Luna, al igual que Las Salinas y Cristóbal; Paradís tiene el suyo: el Capitán Musundí, que, según Flérida de Nolasco, fue un liberto, que reunió varias familias de color y se refugió en esos lugares durante la ocupación francesa, en los años 1802-1808; Duvergé le es atribuido a Cristóbal Pérez y María del Pulgar, establecidos allí en 1772: de Cristóbal Pérez como dueño en Las Damas existe referencia documental en los finales de la década de 1770, misma que lo sitúa como uno de los principales propietarios de la zona.
En Polo, un desconocido Polo Pie tuvo la magnífica idea de plantar matas de café allí, fundando un pueblo, aunque también a Pedro Cuevas (Pitón) le es atribuida tal iniciativa, aquí nos olvidamos de los habitantes antiguos esclavos que se posicionaron en el Maniel y el sitio de las Auyamas, lugar que se denominó así por la abundancia de este producto en el lugar. En Peñón, Antonio Caraballo se lleva la gloria de fundarlo. Vicente Noble es debido a la iniciativa de las familias González y Espejo y Naranjal fue erigido por la familia galiciana de Matos. Así cada población guarda en su memoria a alguien que fue el primero en establecerse en el lugar.
No dudamos que las personas mencionadas vivieran en el lugar y tal vez fueron de los primeros que se asentaron allí, pero solo unos pocos son recogidos en documentos de época, como el caso de Juan Féliz, quien se conoce era dueño del hato de Cristóbal y mucha tierra entre este lugar, el montazo, Rincón y Enriquillo.
Con todo y existir en el Suroeste más de una centena de pueblos, el único oficialmente fundado en la etapa colonial fue Neiba, erigió alrededor de la parroquia de San Bartolomé en 1735. Los demás no lo fueron, sino el resultado del natural crecimiento vegetativo y movimiento humano tras la búsqueda de mejores condiciones económicas.
Hoy en día, poca gente habla de pueblos desaparecidos, como Caballero, de cuyo recuerdo solo poseemos un esporádico riachuelo y la Otra Banda, destruido por un huracán a comienzos del siglo pasado, tal y como casi fueron borrados Tamayo y Jaquimeyes en 1998.
Finalmente, sabemos que es difícil cambiar el término “fundación” por “poblamiento”, pues el origen es parte de la identidad social local. Sin embargo, en realidad, poco importa si fue fundado o poblado Barahona y otros pueblos, lo importante es que están allí, surgieron y crecieron, posicionados unos en las faldas de la sierra del Bahoruco, otros en el agreste valle y los demás en las orillas del Yaque, poblados todos que constituyen, hoy por hoy, un “orgullo de mi tierra”.